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La Gomera como ejemplo

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El pasado domingo 30 de julio y de madrugada se produjo un “cero” energético en la isla de La Gomera por un incendio en la central térmica que abastece de electricidad a toda la isla (El Palmar). Esta circunstancia motivó que sus más de 22.000 habitantes se quedaran sin fluido eléctrico, lo que lógicamente despertó la indignación de los gomeros y la sorpresa del resto de los canarios, al comprobar que este fenómeno, lejos de haber quedado en el pasado, continúa con total vigencia y notoriedad.

Evidentemente el hecho de que sucedan apagones totales en las islas no responde a cuestiones circunstanciales sino a un fenómeno sistémico en el diseño de los sistemas eléctricos insulares, pensando más en la eficiencia económica que en la seguridad energética.

Los sistemas eléctricos de Canarias han sido diseñados de una forma radial, en la que suele existir un solo punto de generación importante y de ese punto salen todas las líneas que proporcionan el servicio a las islas. De esta forma tenemos las centrales de Guinchos en La Palma, Llanos Blancos en El Hierro, El Palmar en La Gomera, Las Salinas en Fuerteventura y Punta Grande en Lanzarote que responden exactamente a este esquema. Mientras que en Tenerife y Gran Canaria se comenzó con Candelaria y Jinámar, se diversificó después con Granadilla y Barranco de Tirajana, pero se está volviendo al sistema radial al potenciar enormemente estas últimas en detrimento de las primeras.

No cabe duda de que el ahorro de costes y eficiencia económica es importante, pero también el riesgo que se asume no se puede obviar. Cualquier incidente más o menos grave en una de estas centrales, condena a la isla que alimenta a un apagón prolongado en el tiempo. Los “ceros” energéticos pasados de Tenerife y La Palma han devengado sanciones por importe de 31,66 millones de euros contra Endesa-Unelco, pero todas ellas están recurridas ante el Tribunal Superior de Justicia de Canarias (TSJC).

Obviamente el plan que se tiene de renovar grupos en las centrales actuales no soluciona el problema, sino que persiste en él de una manera denodada y pone en tela de juicio la racionalidad de quienes están tomando esas decisiones. Persistir en la “centralización” de la generación perjudica también a la transformación del mix de generación hacia renovables, las cuales se hacen completamente dependientes de las centrales de generación fósil si no existe almacenamiento que regule firmeza, tensión y frecuencia en el sistema.

Naturalmente la solución pasa por una generación descentralizada, donde tengamos muchos aportes de generación en distintos sitios de tal forma que una incidencia en uno determinado de ellos es rápidamente suplida con la acción de los demás. Si a esto le sumamos utilizar generación con recursos autóctonos, tenemos la piedra filosofal de la seguridad energética para nuestros sistemas eléctricos.

Si además enunciamos la enorme sorpresa de los habitantes de La Gomera al verse sin electricidad y sin embargo comprobar cómo los eólicos y muchos autoconsumos conectados a red no podían funcionar, por necesitar la referencia de una red troncal, tenemos los argumentos necesarios para abogar por la solución idónea para estos problemas.

Esta solución pasa necesariamente por utilizar las energías renovables no gestionables como la eólica y la fotovoltaica que ya proporcionan la necesaria generación distribuida. Pero también por dos cuestiones fundamentales: la necesaria gestionabilidad aportada por las centrales hidroeléctricas reversibles y por la más que recomendable interconexión de aquellos sistemas que se pueden interconectar. 

Huelga decir que, si el doble circuito submarino de 66 KV que se está construyendo entre Tenerife y La Gomera hubiese estado operativo, el “cero” no hubiese tenido lugar. Esto da visión de la necesidad de desarrollar cuanto antes las infraestructuras de red de alta tensión que están en la Planificación de la Red de Transporte actual, pero también para acelerar las futuras en la medida que el actual marco regulatorio permite (con problemas relevantes como tiempos muy prolongados de tramitación).

En resumidas cuentas, los ceros energéticos no son una cuestión del pasado ni mucho menos, por eso solo queda esperar a ver dónde tiene lugar el siguiente. Más de la mitad de los grupos térmicos que están funcionando en este momento ya han rebasado su vida útil (25 años). Por ejemplo, en La Gomera, 10 de los 18,7 MW de potencia neta han rebasado con creces esta vida útil. Y en términos globales tanto de grupos térmicos como ciclos combinados y las instalaciones de producción, el 66,2% del valor de los activos está amortizado según las últimas Cuentas Anuales de Unelco correspondientes a 2022.

Pero renovar estos equipos que están fuera de su vida útil tampoco es la solución, sino prolongar el problema hacia el futuro.

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