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Dos huevos duros
Bueno, lo cierto es que la idea se le ocurrió a un grupo de hermanos, todos ellos muy dados a este tipo de excesos y desvaríos, muchos de los cuales han pasado a la historia por su genialidad. Dichos hermanos, apellidados Marx -no confundir con el otro Marx, tal y como siempre repitió Groucho- fueron los responsables de que se acuñara la frase “Esta habitación está tan llena que se parece al camarote de los hermanos Marx”.
¿La razón? Pues muy simple. Imagine un pequeño camarote en el que, nada más empezar, se ve invadido por un enorme baúl, propiedad de Otis B. Driftwood (Groucho). Dentro del baúl, en vez de su ropa, se encuentran escondidos Fiorello (Chico); Tomasso (Harpo) y Ricardo Baroni (Allan Jones). Ante tal descubrimiento, sobre todo el quedarse sin sus trajes, Driftwood accede a las peticiones de los polizones y llama a uno de los camareros del barco.
Driftwood comienza su pedido, el cual se ve alterado por las peticiones de Fiorello, que quiere que se incluya dos huevos duros, momento en el que Tomasso hace sonar el claxon que lleva incorporado a su bastón, circunstancia que obliga a Driftwood a pedir tres huevos, en vez de dos.
Tras añadir una cantidad exorbitada de huevos duros, Driftwood vuelve a entrar al camarote y, a partir de entonces, tocarán a su puerta dos camareras, el fontanero y su ayudante, la manicura, una joven que busca a su tía, la mujer de la limpieza y cuatro camareros, además de Fiorello, Tomasso, Ricardo Baroni, Driftwood y el baúl. No hay que ser muy observador para imaginar la densidad de gente que se acumula en un espacio tan pequeño con un camarote de un barco.
Toda la escena está rodada en total complicidad con el espectador y con el propio equipo técnico, el cual, según se cuenta, no paró de reír durante el rodaje. Lo peor de todo es que, al final, ni Fiorello ni Tomasso se pudieron tomar los ansiados huevos duros que tanto deseaban.
Ignoro la influencia de esta escena en la mente de quienes manejan los designios del llamado deporte rey, pero empiezo a pensar que la ansiedad gastronómica de Fiorello y Tomasso se les ha contagiado a los directivos que los clubs de fútbol profesional, especialmente los de nuestro país. De otra forma no se entiende la desmesurada carrera por tratar de superar fichajes astronómicos, fuera de toda lógica, en los tiempos que vivimos.
Uno tiene la sensación que hay un Tomasso tocando el claxon cada vez que alguien anuncia un fichaje. Una vez esto ocurre, se activa un extraño resorte mental y, en vez de? pongamos, 30 millones de euros, alguno de esos directivos anuncia un nuevo fichaje por? ¿40 millones y una barra de pan?
Al día siguiente, un enchaquetado y forrado presidente, subido en su púlpito de gloria, nos vuelve a sorprender superando la anterior cifra en 20 millones, situando el listón en 60 millones. ¿Alguien da más? Por supuesto que sí, para eso está el dinero, para gastarlo en cosas realmente importantes y no en pavadas que solamente ayudan a unos cuantos de cientos de millones de personas en todo el mundo. Además, el fútbol es un lenguaje universal y, si no hay escuelas, hospitales, bibliotecas, centros de acogida, parques, carreteras, infraestructuras, siempre nos quedará la liga de campeones, la Eurocopa, el mundial y, cómo no, la liga de las estrellas.
Al terminar no hay huevos duros que comer sino estudiadas operaciones de marketing y promoción, pensadas para que el común de los mortales se olvide de sus miserias y del dinero que no se está invirtiendo en su comunidad. Mi padre decía que lo peor de todo es que estos grandes club viven en la irrealidad más absoluta, inmersos en una carrera despilfarradora y carente de cualquier lógica.
Según ellos, el fútbol es algo más que un deporte y hay que vivirlo para entenderlo. Grandes palabras que no esconden los excesos y los abusos que se cometen a costa del mencionado deporte.
Hace unos días me fijé que uno de los clubs de la liga española llevaba impreso en su camiseta el logotipo de UNICEF, el organismo encargado por la ONU para velar por los más pequeños de nuestro planeta. El acuerdo, de cinco años de duración, establece que UNICEF recibirá un tanto por ciento de las ganancias del club, algo realmente loable. El problema es que cuando uno piensa en lo que se podría hacer con todo el dinero que se están gastando en la liga española tales esfuerzos resultan muy exiguos, si se tiene en cuenta el total de dinero gastado en fichajes.
Los huevos duros de Fiorello y Tomasso tenían gracias y se podían comer. Los fichajes de los grandes club no tienen gracia, son un ENORME insulto a una sociedad inmersa en una crisis muy dura y, encima, quienes tenían más estrellas que el mismo cielo, era la MGM y no la liga de fútbol profesional.
Claro que, al vivir en un mundo carente de toda lógica, qué se podía esperar, ¿que las cosas fueran de otra manera?... ¡Venga ya! Que diría otro.
Eduardo Serradilla Sanchis
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