Insociabilidad preferente

La ciudadanía ve un cambio social rápido y sin el orden preciso, adelantado por un Gobierno que domina desaforadamente con su mayoría el equilibrio que la sociedad requiere de manera urgente; buscando criterios que difieren del sentir de la misma. El derrumbamiento de las clases sociales se hace insostenible y no se aprecia movimiento alguno por parte de las instituciones para llegar a la integración de un sistema social moderno y sin obstáculos, capaz de lograr el crecimiento adecuado.

Hace ya más de una década gozamos de una moda pasajera, con un poder adquisitivo en las familias y una prosperidad económica más bien consentida por los representantes políticos de todo el continente europeo ?con el PP entonces disfrazado en la oposición española-, que se convirtió en un estorbo para las clases sociales más adineradas y del cual el entonces partido en el Gobierno ?Sr. Zapatero, PSOE- se vanagloriaba de convertir a España en un foco atractivo y sugerente paraíso de inversión inmobiliaria. Tarde se dieron cuenta ?o quisieron no hacerlo- los dirigentes políticos en Europa que tal calibre de bonanza se difuminaría en países impedidos que cayeron en las redes de una deuda a la que eran incapaces de hacer frente, con el desplome de su sistema financiero; un desenlace fatal para la sociedad que produjo un desequilibrio brutal en las distintas clases sociales, del que ahora seremos esclavos durante mucho tiempo.

La llegada del Partido Popular, con una mayoría desbocada, aumento considerablemente las diferencias sociales a causa de su política reformista, sus recortes y la ingratitud plausible hacia unos ciudadanos que sufren las consecuencias del desbaratado ejercicio que llevo a la ruina a los bancos. Ahora, las necesidades sociales han pasado a segundo término, por detrás del rescate a las finanzas y una falta de consenso entre las distintas formaciones políticas representativas de la ciudadanía, que más cerca están de acabar con la sostenibilidad social de los españoles, que en lograr objetivos comunes para luchar contra los problemas que la falta de recursos está causando.

En definitiva, si antes de la crisis que soportan los españoles, la diferencia entre clases sociales diferentes era considerable, en estos momentos la brecha de la desigualdad es insoportable. Incluso en lo relativo a los ahorros de los ciudadanos, es evidente la mala gestión y la impunidad con la que han trabajado ?y siguen trabajando- las entidades bancarias; un entramado de productos financieros ?preferentes- del que se han lucrado unos pocos, que fueron desmedidamente publicitados sin información alguna para engañar a los pequeños inversores arrastrándolos a la pérdida de unos ahorros que creían ventajosos.

Pero, en lugar de buscar alternativas a este desmadre improductivo, ven el mejor escape en la quiebra, la nacionalización o la fusión en algunos casos; sin solución al presunto robo cometido por los bancos a los pequeños inversores ?para los grandes hay otra clase de productos mejor remunerados y seguros a los que solo ellos acceden-. El Gobierno, en todo este malsano vicio económico, se sirve de los pronunciamientos de sus socios europeos ?CE, BCE, FMI, torika- escurriendo responsabilidades.

Cuando el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RALE) define la palabra quita nos vienen a la cabeza dos acepciones; la de “quitar” el dinero a los inversores como han hecho los bancos, y la quita de una parte de la deuda por quienes son acreedores de ella. Bien podían, ya puestos en reformas de leyes e imposición de sus mandatos, contribuir al diccionario con un desquite como merece la ciudadanía española de la morosidad hipotecaria a cambio del inmueble ?dación de pago-; tal vez, sea una de las primeras cuestiones a tener en cuenta para que aquellos despojados de su hogar ?por falta de recursos apreciable-, mantengan libre su expediente y poder con ello un día, acceder a otro préstamo con el que empezar de nuevo ?liberación tras el alzamiento de hipoteca-.

Por algo debe comenzar el Gobierno a ganarse los votos logrados con sus promesas infames, en algún momento tendrá que darse cuenta que no es esté el camino seguro para el reflote de la economía española; sin empleo, con educación falta de equidad y con la política social por los suelos, si espera a que Bruselas le tienda la mano, mal vamos, no es precisamente la solidaridad de lo que está se nutre.