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El 11-M y la interesada vocación tutelar del PP
Sin embargo, en su utilización política esos hechos han pasado a un segundo plano. Baste recordar el lamentable espectáculo de la correspondiente Comisión Parlamentaria de investigación. El protagonismo se lo viene ganando el PP, que con su claque mediática han dedicado casi todos sus esfuerzos, inicialmente, a amputar las sospechas y el conocimiento de cuanto pudiera perjudicar a sus intereses políticos; y luego, en una larga travesía, a pisotear la buena voluntad de quienes están dispuestos a consentirles casi todo, manipulando las circunstancias de aquella tragedia en interés propio. Se diría que su principal objetivo viene siendo llegar a marzo de 2008 haciendo comulgar a la ciudadanía con una rueda de molino con la inscripción “no fue tanto lo que mentimos”.
A ese lógico objetivo se han conjurado. Creían que esa ciudadanía iba a darles su confianza para gobernarnos, incluso a pesar de que nos entrometieran en la ilegal guerra de Irak. Y a fe que insoportablemente han visto truncadas sus expectativas. Es una evidencia que los atentados del 11-M de 2004 influyeron en ello. Sin embargo, en democracia, debiera tomarse como algo natural y saludable que la ciudadanía forme su conocimiento de causa con cuantos datos estén a su alcance antes de tomar decisiones (incluso los que inoportunamente provean subversivamente indomables emisoras y periódicos del extranjero).
Puestos ya a hacer averiguaciones, sería bueno saber si la causa eficiente de la derrota del PP fueron los atentados o las mentiras a la ciudadanía española. Su opinión de que fueron los atentados ha sido ruidosamente pregonada. Y la han convertido en el gran argumento deslegitimador de la decisión que el 14-M tomó la ciudadanía española, para el, según ellos, injusto provecho del PSOE. Así, se pretende que en un estado de capacidad disminuida por el shock emocional de lo acontecido tres días antes, sólo de quienes en última instancia decidieron cambiar el sentido de su voto, no fueron dueños de su voluntad. Por esa importantísima razón se ha llegado a defender la apropiada oportunidad de haber suspendido el proceso electoral, o hasta la anulación de sus resultados. ¡Para que no fuera el terror el que finalmente decidiera! Porque en ese estado -vienen diciendo- muchos ciudadanos, mayores de edad, leídos o no, hipotecados o no, cotizantes o no, creyentes o no, pero libres todos, no podían saber el significado de introducir una determinado papeleta en la urna, habían perdido el tino. Y así fue que, colorín-colorado, los terroristas, no los votantes, decidieron definitivamente nuestro gobierno de estos cuatro años. Y por eso se empeñan en hacer entender que, desde su superior inteligencia de las cosas, su mentira de entonces tenía el honesto propósito de salvar a los ciudadanos españoles de sí mismos: de sus pasiones iracundas, de la injusta desacreditación de su popular tutor, y por supuesto, del catastrófico -también para los ingenuos ciudadanos que lo decidieron, claro- relevo en el gobierno.
La estrategia a seguir se les reveló claramente: ETA era tan autora como los ejecutores; no sólo porque, intelectualmente, compartieran las mismas aspiraciones de crueldad; sino porque para idear tamaña atrocidad se precisa de un intelecto que sólo ETA puede aportar, nunca una mente inferior de otra raza. No verlo así era un gran error que sólo los Pperos aciertan a descubrir.
Durante los meses que duró la celebración del juicio ante la Audiencia Nacional, muchos fuimos espectadores atónitos de cómo algunos abogados acusadores actuaban como defensores de los acusados, deseando que fueran absueltos, en la búsqueda de otros supuestos autores que no se sentaban en el banquillo. Ofreciendo, a su vez, coartadas a acusados, que finalmente han sido condenados, a cambio de implicar a los salvadores del PP, no se olvide: ETA. Estuvieron incluso dispuestos a impedir el enjuiciamiento de los culpables, con el riesgo de su excarcelación tras la imposible prórroga de su prisión provisional (de cuatro años), con suspensiones, intentos de anulación y cuantas otras investigaciones les pudieran acabar dando la razón, mientras los delitos no prescriban (veinte años). Entonces, ¿quizás aspiraban estos nuestros tutores a utilizar políticamente el hecho de que no se hubiera castigado a culpable alguno antes de las elecciones del 2008? ¿hubieran dejado pasar la oportunidad de utilizar la ineficacia de los actuales gobernantes como un hipotético simbólico pago a sus patrocinadores en las pasadas elecciones?
Habiéndose dictado ya la Sentencia por esta injusta masacre, el PP sigue en sus trece, instalados en la mentira, en una interpretación interesada y muy suya, alegan: “no se aclara la autoría intelectual”, debe ser que la condena de los autores materiales les parece pecata minuta y “apoyaremos cualquier otra investigación”, sobre todo si es para, de cualquier manera, seguir sembrando dudas, para seguir sacando provecho, no podemos olvidar que a un precio que es preferible no recordar.
Puestas así las cosas, parece que su redención sólo puede confiarse a la conjetura de que no fue sólo ETA, ni siquiera sobre todo ETA, pero sí un poquito ETA, aunque tenga el mismo respaldo que la conclusión de que quien ideó los atentados fue el mismo Lucifer en persona.
A la vista de todo lo acontecido, cabría preguntarse cómo podrían el Sr. Rajoy y su cohorte defenderse con autoridad moral cuando alguien tuviera la indecencia de acusarlos de que pudieran llegar a beneficiarse si ETA cometiera un cruel atentado antes de las elecciones del 2008.
* Sandra Rodríguez Vázquez es abogada y miembro de la Ejecutiva Regional del PSC-PSOE.
Sandra RodrÃguez Vázquez *
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