Más locomotoras y menos vagones

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Al menos en el plano teórico, la diversificación de las actividades económicas se muestra como una orientación acertada debido a que se accede a un entorno de situación con mejor gestión del riesgo. No obstante, las economías que muestran discontinuidad territorial física, alejadas del territorio continental, presentan una ostensible mejoría cuando se accede a un proceso de especialización productiva, al ser la que genera mayores cotas de competitividad. Por tal motivo, una vez conformada esta circunstancia, hay que establecer sistemas productivos, económicos y sociales con mayores coeficientes de arrastre positivos para que existan más locomotoras que vagones hasta convertirse en un polo de desarrollo básico en la conformación de los procesos de cohesión económica y social.

¿Y qué haría falta? Pues acciones y políticas centradas, en primer lugar, en las personas. Por ello, entendiendo que el ámbito institucional es decisivo se deberá orientar una estructura organizativa que garantice la provisión de bienes y servicios públicos a través de una cobertura financiera viable, de forma que es donde se definen las obligaciones y los derechos de las personas de forma clara, con la finalidad de disminuir los costes de transacción en sus operaciones. A final, la motivación última es la de apostar por un crecimiento integrador, a través del fomento de una economía que también genere cohesión territorial. Para ello, hay que disponer de entes que presten servicios claros, identificados, corresponsables y facilitadores, a un coste asumible que esté ligado al nivel de renta.

Pero a las personas hay que proveerles de medios y qué mejor medio que el empleo. Esta es la mejor de las políticas económicas y sociales en las que se puede invertir, en donde la formación será el pilar fundamental sobre el que se debe asentar el incremento de la empleabilidad. No obstante, la formación debe ser parte de la vida activa de las personas, durante cuyo proceso se debe facilitar los medios precisos para una vida digna. No se trata sólo de un requisito anterior a la ocupación, máxime cuando los requerimientos formativos de los puestos de trabajo serán cambiantes durante toda la vida laboral.  La formación también otorga anclajes con el futuro a la población activa. Es por ello por lo que hay que garantizar diferentes niveles de intensidad formativa, de forma que abarque desde el entorno más general y primario, hasta las materias específicas que propugnen la especialización, sin menosprecio de establecer las políticas pasivas que eliminen el riesgo de fractura social.

De igual modo, es ineludible proponerse la incorporación del conocimiento a todos los ámbitos de la población y no sólo a los centros de trabajo, de tal forma que la elevación del nivel de la humanidad se conforma como objetivo ineludible, con la finalidad de poder plasmar claramente las exigencias, preferencias y demandas porque una sociedad culta, es una sociedad libre. O lo que es lo mismo, lo contrario a ser una sociedad manipulable. Pero ¿realmente es lo que más interesa que ocurra?

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