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Medidas con efecto perverso
Pero no sé si el incentivo económico que acompaña esta propuesta no la convierte en injusta. Los que trabajen más tiempo podrán ver incrementada su pensión de jubilación. Eso está bien para los que puedan hacerlo que, normalmente, se corresponden con profesiones más intelectuales que físicas y, por tanto, mejor retribuidas. Es decir, será complicado que un albañil o el operario de una fábrica puedan seguir desempeñando sus funciones más allá de los 65 años. Porque sus trabajos suelen acarrear un coste físico que a esas edades se convierte en un auténtico problema. Por tanto, sus pensiones serán más bajas.
Esta medida, al apoyarse en un estímulo económico, se convierte en injusta y ahonda en las diferencias sociales y económicas. El abogado, el juez, el médico, el bancario tendrán muchas más posibilidades de seguir ejerciendo sus trabajos pasados los 65 años, y eso está bien, y verán además incrementar sus pensiones, que suelen ser más altas, más allá de la media cuando se retiren a los 70. De hecho, si se supera la pensión máxima se contempla incrementarlas con una cantidad a tanto alzado. Mientras, el operario, el conductor o el que trabaja a turnos deberán retirarse a los 65, verse fuera del mercado laboral y asumir que sus pensiones, ya de por sí bajas, lo serán todavía más con respecto al resto de colectivo de pensionistas.
Trabajar más allá de los 65 debería ser un aliciente, pero para quienes se sientan con ganas y fuerzas. Y ese tiempo debería cotizar como el resto de años trabajados, no de forma especial. No se puede obligar al que ya no tiene fuerzas a seguir ahí para poder después vivir con un poco más de dignidad. Porque esta medida puede tener ese efecto perverso.
Esperanza Pamplona
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