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Una mirada desde la comunidad por Domingo Viera González

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No. No es una vergüenza de ahora. Estos son los frutos que ahora recogemos de una larga historia de actuaciones y de relaciones políticas con la comunidad de este municipio que se han ido trenzando y desarrollando de una forma nefasta a lo largo de muchos años, de muchas décadas y de muchos gobiernos municipales.Es hora ya de que nos pongamos en pié y digamos colectivamente en serio cómo se han desarrollado las cosas en este municipio desde antes de la aprobación de la Constitución del 78. Nadie, que conozca un poco nuestra historia local, puede poner en duda cómo los dueños de aguas, tierras y vidas de este municipio ponían a dedo a alcaldes y concejales en tiempos de la dictadura. Y cómo éstos, desde ese poder otorgado, repartían favores y prebendas a lo largo de la legislatura que luego cobraban a cambio del voto de los agraciados y sus familiares.Todos los que vivimos al menos parte de aquella etapa de miedos y humillaciones y la que continuó después de la aprobación de la Constitución podemos decir que lo que la comunidad de San Bartolomé de Tirajana siente y piensa a diario desde hace años y décadas es que los poderes económicos han marcado las orientaciones a seguir en el municipio. Muchos años hace ya desde que se pronunciara, y no por casualidad, aquella famosa frase por parte del entonces alcalde cuando se debatía en el Pleno Municipal el asunto del desarrollo turístico y económico de la zona costera: “¡Si tengo que comer arena para ello, comeré arena!”, que espero hayan recogido las actas. Puestos de trabajo en el Ayuntamiento, bloques y cemento para casas particulares, viviendas sociales, vales de comida, contratos de obra (la gente de Juan Grande sabe de muros que tiró luego la fuerza del viento), revalorización de terrenos, mociones de censura para quitar y poner gobiernos, etc., etc. Todo ello está en el consciente colectivo de esta comunidad.Los frutos que ahora estamos recogiendo no son otra cosa que lo que se ha ido sembrando a lo largo de todos estos años y décadas. En la conciencia colectiva de nuestros pueblos se ha ido grabando a fuego la seguridad de que quien no practica el favor y el que no hace por recibirlo es el tonto y el que sí lo hace es el listo. La clase política se ha dedicado, pues, a practicar descarnadamente este estilo y trafica con la responsabilidad y el servicio públicos y, practicado así durante tantos años, ha calado muy profundo en la cultura popular. De tal forma que ya la mayoría sabe que su voto tiene un precio y los que se presentan a las elecciones también. Cuál sea la cantidad a convenir depende de cuántos votos sean, de cuán grande sea la familia, de a cuántos llegue su influencia, etc. Y el pago también depende de la cantidad de votos conseguidos o de la cantidad económica que se aporte para pagar la campaña. A hierro y fuego ha sido grabada esta práctica a lo largo de más de cuarenta años. Ahora sólo recogemos sus frutos.La mirada desde la comunidad da una visión compleja, a la vez pesimista y esperanzada. La pesimista recoge parte de la realidad sembrada: utilización de las personas, manipulación de los derechos, dejación la responsabilidad de servir, instrumentalización del voto, prepotencia en el ejercicio del poder, favores a costa del erario público que han endeudado progresivamente a la institución municipal, desilusión y decepción en muchas personas y colectivos sociales que han dejado de participar y de votar, ausencia del debate colectivo y reducción hasta casi el nivel más bajo de la autoestima como pueblo, etc.La mirada aún esperanzada de una parte de la comunidad municipal mira a la necesidad de decir basta, de decir hasta aquí hemos llegado, de retomar la dignidad de la vida pública, de defender la igualdad de todo ciudadano y ciudadana por el hecho de serlo, de afianzar la necesidad de trabajar por la cohesión social de esta comunidad, por el aumento de su autoestima como pueblo y por la profundización de nuestro nivel cultural.Por eso esta puede ser la hora de la ciudadanía de San Bartolomé de Tirajana. La hora deponerse en pie. La hora de decir basta a más de 40 años de una administración local que ha vivido de espaldas a la ciudadanía y muchas veces en contra de ella. La hora de trabajar, ahora más y mejor que nunca, para cohesionarnos como sociedad civil y colocar cada pieza en su lugar para el bien colectivo. La hora de reunir lo disperso para afrontar juntos un reto ilusionante: poner unos buenos cimientos al edificio de la construcción de nuestra comunidad de forma que no hayan vientos que puedan con ellos. Y estos cimientos se llaman participación ciudadana consciente, formada, organizada, constructiva e ilusionada.

Domingo Viera González

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