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El que no sea un hipócrita con el cambio climático, que levante la mano

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El nuevo informe del cambio climático del Grupo Intergubernamental de Expertos de la ONU (IPCC), publicado este lunes, afirma con rotundidad que los efectos del comportamiento y modo de vida humanos han modificado el clima de una forma ya imposible de revertir.

No sé exactamente qué hay de nuevo en este tema. Quizás sea la firmeza con la que se han expresado los expertos -libres de ambigüedades- o tal vez por hablar claramente de que ya llegamos tarde para devolver el planeta al estado al que nos lo encontramos, pero el caso es que este informe sí que ha calado entre la sociedad.

Supongo que han tenido mucho que ver la cantidad de sucesos relacionados con el cambio climático que están azotando a los países ricos en los últimos meses y que están costando importantes pérdidas humanas y económicas. Solo hay que ver cómo han sido las inundaciones en Alemania y Países Bajos de hace unas semanas con cientos de muertos, o como Grecia y Turquía arden por los cuatro costados sin control mientras escribo estas líneas.

En Estados Unidos hay incendios e inundaciones al mismo tiempo, además de una persistente sequía y el sempiterno recuerdo del huracán Katrina (que conllevó la práctica aniquilación de Nueva Orleans) está muy presente cada vez que el tiempo se pone feo por aquellas tierras.

Rusia se está descongelando a pasos agigantados, hasta el punto de que se han empezado a hundir los cimientos de ciudades enteras construidas sobre permafrost, y el hielo del círculo polar ártico se está desintegrando minuto a minuto.

En la España peninsular Filomena hizo saltar todas las alarmas este invierno y dejó a la vista las serias deficiencias que el país tiene para afrontar episodios de frío y nieve, incluso cuando las predicciones meteorológicas advirtieron del riesgo con mucha anticipación. Por si fuera poco, las cifras de la sequía ya sitúan importantes zonas de la península como territorios semidesérticos o directamente desérticos.

Aquí, en las Islas Afortunadas, esto siempre nos pilla más lejos. Acostumbrados como estamos a nuestro clima templado, aquí parece que no llegan esas cosas, pero en realidad sí que suceden y tendemos a olvidarlas.

Recordemos rápidamente las continuas inundaciones por temporales marítimos que sufren año sí y año también Garachico en Tenerife o el barrio de San Cristóbal de Las Palmas de Gran Canaria. También es difícil de olvidar el balcón de un quinto piso en primera línea del mar en la costa de Tacoronte que una ola se llevó como si nada, o el dique del lagunero pueblo de Bajamar hecho añicos. Por no hablar de los episodios de calor o de viento sahariano que llevan años acabando con buena parte de las cosechas de invierno de todas las islas, o incluso de las lluvias y días plomizos que hay estos días en buena parte del Archipiélago en pleno mes de agosto.

Y, por supuesto, el Delta. Esa tormenta tropical que sigue clavada en nuestra memoria y que nos sigue poniendo los pelos de punta 16 años después por la ola de destrucción que dejó a su paso y porque nos demostró lo poco preparados que estamos para hacer frente a fenómenos meteorológicos adversos un poquito fuera de lo común y vinculados directamente al cambio climático.

No me digan que expuesto todo así, juntito y enumerado, el informe de la ONU no nos encaja perfectamente… Lo que nos lleva a la siguiente cuestión: si del cambio climático se está desde hace cerca de cuatro décadas, si ha habido todo tipo de informes, estudios, recomendaciones y acuerdos, si se ha establecido una hoja de ruta, si la ciudadanía está cada vez más concienciada y aporta su granito de arena… ¿Cómo hemos llegado a esta situación?

No soy ninguna experta en el tema, pero opino que no me equivoco cuando digo que la causa principal de este grandísimo fracaso de la humanidad es que nunca nos hemos creído del todo que la situación fuera tan grave.

Da lo mismo quien seas, donde vivas y a qué te dediques. La mayoría de nosotros no llevamos, ni remotamente, una vida sostenible y respetuosa con el medio ambiente.

Vale que ahora separamos más nuestros residuos, creemos en el reciclaje, estamos disminuyendo el consumo de plástico y siempre que podemos compramos productos ecológicos. En realidad, no podemos hacer menos porque no es posible, pero con estas cuatro cosas mantenemos la conciencia a raya e incluso le echamos la culpa a los demás de los mares de plástico, de la contaminación del aire, de los vertidos ilegales al mar, de los vertederos ilegales, etc. 

Pues no.

Ese plástico llegó al mar porque todos y cada uno de nosotros hemos estado durante años utilizándolo de forma masiva y sin tener el menor cuidado a la hora de desprendernos de él.

La contaminación del aire está directamente relacionada con el transporte y no conozco a una sola persona que haya dejado de irse de vacaciones en barco o avión por lo contaminantes que son. De acuerdo que sí, que hay cada vez más personas con coches híbridos o eléctricos, pero es que ¡se nutren de la energía que se sigue obteniendo de la quema de combustibles! Solo el transporte público y colectivo es la mejor alternativa y, sin embargo, ahí están pasando arriba y abajo guaguas vacías a todas horas por nuestras calles.

Por no hablar de esos vertidos al mar que a todos nos ponen los pelos de punta, pero luego nadie dejar de arrojar las toallitas al inodoro aun sabiendo que colapsan el sistema de saneamiento, y tampoco nadie se toma demasiado en serio lo de dejar los residuos donde corresponde … ¿Cuántas personas de las que me leen han ido alguna vez a un punto limpio? Me juego lo que sea a que la respuesta habla por sí sola.

¿Qué hace usted con una pila cuando se termina su carga?

¿Y con los medicamentos caducados?

¿El aceite usado?

Las respuestas me las imagino perfectamente, sin embargo, nos auto convencemos de que son los políticos los que no se lo toman en serio y los no hacen nada porque no les preocupa este tema sino de boquilla. Desde luego que se podrían haber aprovechado muchísimo más estas últimas décadas, pero recordemos que Rajoy tenía un primo que dijo que no era necesario y luego llegó Trump y lo poco que se había construido se tiró por la borda.

Ahora es el momento, el todos y todas nosotras.

Ya no hay excusa. La cosa está fea. La ONU le ha puesto negro sobre blanco lo que todos sabíamos y ahora solo hay que hacerle caso al sentido común y tratar de vivir de la forma más respetuosa posible con el medioambiente. Sabemos cómo hacerlo y toca llevarlo a la práctica de una vez por todas.

Si tienen alguna duda sobre cómo actuar para luchar más y mejor contra el cambio climático y para proteger el medio ambiente, los niños y niñas en esto nos dan una lección y saben mucho más que cualquier adulto. No dejen de preguntarles y disfruten de las respuestas, verán lo fácil que en realidad es.

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