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La ofensiva neoliberal

Eduardo González / Eduardo González

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Y, que casualidad también que, en el momento que España comienza la presidencia semestral de Europa y plantee más Europa y un programa que no del todo del gusto de estas instituciones y de los mercados, se inicie una ofensiva despiadada. Y, al mismo tiempo coinciden con las críticas que vienen de la prensa anglosajona, y a la cabeza los periódicos del Grupo Murdoch, y de ariete y “empleado” Aznar (eso sí, muy bien pagado y a quién no le afecta el recorte de los salarios y de las pensiones) que se presta a jugar este obsceno papel, que va en contra de los intereses de su país, eligiendo en su lugar servir a su “señorito” y, seguramente, guiado por sus obsesiones e inquinas personales.

También se suman con entusiasmo aquellas instituciones mundiales, BM, FMI, OCDE, guardianes de la economía neoliberal, que no se enteraron de la crisis, ni nos alertaron, ni le pusieron remedio, y que no han hecho ningún tipo de autocrítica, sino que nos quieren imponer de nuevo las mismas recetas con las que nos llevaron al desastre económico que padecemos actualmente.

Y como la izquierda en el mundo está ausente, está ocurriendo lo decía Samir Nair en un artículo reciente: “Los mecanismos que han provocado la crisis no han sido modificados. Consecuencia: como no hemos aprovechado para reorganizar el sistema económico mundial, la salida de la crisis se hará tendencialmente por abajo, es decir, igualando los salarios de los países desarrollados con los de los países menos desarrollados. Y aún tendrá que haber salario, puesto que el desempleo forzoso como variable para ajustar la competencia jugará aún más fuerte”.

De esta manera, con los mercados dictando las políticas a los gobiernos, la ausencia de alternativas por incomparecencia de la izquierda europea y mundial, los gobiernos de cada nación están tomando medidas de política económica para afrontar sus crisis nacionales, dependiendo de la correlación de fuerzas de cada país. Si perciben un retroceso en la resistencia social, es probable que capitulen ante las fuerzas conjugadas de la economía y de las finanzas. ¿Está empezando a ocurrir eso en España?

Por eso siempre es conveniente recordar cual es el origen de la crisis y las causas que la desencadenaron. Recordemos que la dinámica del sistema económico vigente, el capitalismo, exige que una parte del excedente se reinvierta para que la economía pueda continuar por una senda de expansión. En los últimos tiempos no ha ocurrido así, solo una pequeña parte, por contracción de las posibilidades de inversión, han ido a la producción real, destinando la mayor parte a los mercados financieros, cada vez más complejos y autónomos.

Unámosle a lo anterior el auge del sector inmobiliario como destino privilegiado y rentable de los excedentes, para más tarde producirse la conexión de lo inmobiliario y lo financiero, mediante la conversión de las hipotecas en activos a través de los procesos de titulización.

Este proceso de titulización de las deudas financieras originarias, estructurado en paquetes, con la connivencia de la agencias de ratings, con opacidad de las situaciones resultantes, tolerancia de las administraciones públicas, ha sido práctica común en las economías desarrolladas, tanto más cuanto más sofisticados y “modernos” sean sus sistemas financieros nacionales y con la aportación adicional que proporciona la existencia de unos paraísos fiscales tan retóricamente denostados como profundamente consentidos.

Crisis financiera que ha contaminado a la economía real y que ha producido a mediados del 2009 más de 50 millones de desempleados, y que la tasa de paro mundial supere el 7%. También a escala mundial el número de trabajadores pobres que están dentro del umbral de la pobreza llegará a 1400 millones.

El ascenso del neoliberalismo en estos últimos años, ha facilitado que la correlación entre capital y trabajo se fuera escorando de forma progresiva en favor del primero, y propiciando, en consecuencia, una creciente desigualdad en la distribución de la renta a favor de las capas más favorecidas.

Además, a fin de restaurar la rentabilidad, se impusieron en todas las latitudes políticas de desregulación, de regresividad fiscal y de cuestionamiento del gasto social, con el consiguiente debilitamiento de la economía, esta vez por el lado de la demanda agregada.

Por último, la ofensiva neoliberal provocó un cada vez más grande desajuste entre el gasto y el ingreso de los trabajadores que ha conducido a un creciente endeudamiento privado. La economía del crédito es lo que ha permitido a la mayoría de las familias en occidente (con sus ingresos reales congelados o ralentizados) mantenerse en la senda del hiperconsumo.

Por tanto, los problemas surgen por la interacción entre las finazas y una globalización desregulada, ambas inspiradas por planteamientos neoliberales. Y que produce el efecto perverso de que los flujos financieros dejaron de cumplir el papel de soporte necesario para el funcionamiento de la economía productiva. Y de otro lado, que la llamada financiarización de la economía, autorregulada, produce un efecto de dominio del capital financiero en la economía mundial, convirtiendo a los mercados de valores en las instituciones clave en el reparto de la renta y de la riqueza. Todo esto enmarcado en un agravamiento de la crisis ecológica del planeta.

Durante las últimas décadas el sistema económico capitalista, en su versión neocons, ha logrado imponer sin apenas contrapesos su lógica a la sociedad. (Subyace en el enfoque neoliberal una visión que prima la mercancía sobre la producción, el mercado sobre el Estado, lo privado sobre lo público, el individuo sobre la sociedad).

Así, hemos asistido a lo largo de los últimos treinta años a una profunda liberalización de los movimientos de capital, a una privatización de la banca pública, a un tratamiento fiscal ventajoso en las célebres stock optións, a la supresión de la previa autorización a los actores financieros para el lanzamiento de productos financieros, a disminuciones del coeficiente de caja, a un cuestionamiento del aseguramiento público a favor de los fondos de capitalización privada, a la laxitud y abandono de los mecanismos de control y supervisión de las finanzas, a una liberalización del suelo, del sector energético, etc.

Hoy estas políticas deben ser cuestionadas y surgen con fuerza los debates acerca de que tipo de regulación permitirá funcionar de manera adecuada a las economías. El debate debería centrarse en que marcos permiten que en las decisiones de las empresas y de los consumidores no sólo se contemple los costes y beneficios privados, sino también, que se tengan en cuenta los impactos sociales y ambientales que generan y que recaen sobre el conjunto de la sociedad.

Hemos salvado con dinero público a las entidades financieras, y ayudado a algunos sectores de la producción, pero estos nos responden ahora como si no fuera con ellos. La responsabilidad social de las Empresas brilla por su ausencia. El patriotismo y el sacrificio y quien paga la salida de la crisis siempre recae en los mismos.

Se podría haber intentado una salida pactada inspirada en la de 1929, un New Deal. Este consistió, en líneas generales, en una serie de medidas de salvamento del sector financiero y de estímulo a la agricultura y a la industria, pasando por la conservación de la naturaleza y por la devolución de la influencia a unos sindicatos hasta entonces demediados.

Pero este escenario no lo quieren, se van imponiendo el modelo ideológico neoliberal de nuevo, que hará recaer la salida de la crisis en los trabajadores y clases medias y que en algún momento, esperemos que no, se puede convertir en una crisis política con consecuencias no deseadas para el sistema democrático.

* Ex secretario General de PSC de Gran Canaria y Responsable del Centro de Investigación. Centro de Estudios Andaluces. Consejería de la Presidencia. Junta de Andalucía

Eduardo González*

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