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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González
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A propósito de un debate en la radio sobre la izquierda

Eduardo González / Eduardo González

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Al comentar las medidas, el Sr. Pomares se mostraba de acuerdo con las propuestas diciendo que eran las adecuadas. Eso sí, se criticaba el hecho de que no fueran equitativas y afectaran sólo un sector de la sociedad. Más tarde se centró en examinar si fueron correctas las ayudas que se adoptaron en su momento del cheque bebé y de la reducción de los 400 euros en el IRPF. Se amplió todavía más el debate y por parte de dos de los periodista, no así por el Sr. Sosa, se sostuvo una tesis que venía a decir que una política de izquierdas es era aquella que atendía prioritariamente a los más necesitados, a los más débiles. Expresado de esta manera nadie podría refutar esa afirmación. Las medidas anteriormente citadas sirvieron de ejemplo para debatir ampliamente sobre la naturaleza de las políticas de la izquierda y criticar desde esa posición a las políticas de Zapatero, calificándolas de poco de izquierdas. Opinaban, no era de esa criterio el Sr. Sosa, que una verdadera política de la izquierda pasa por no dar servicios públicos a todo el mundo por igual, es decir, que había que discriminar en función de la renta.

Evidentemente es una posición respetable, pero inmediatamente hay que añadir que esa no ha sido la práctica de las políticas de la izquierda reformista europea durante estos años.

El Estado Social Europeo, el llamado por otros “Capitalismo Renano”, ha sido el modelo económico y social dominante en Europa, no así en EEUU ni en Japón, desde la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días (ahora mucho más debilitado por el avance de políticas neoliberales que han mermado bastante las políticas públicas y apoyando las privatizaciónes).

Este modelo grosso modo, favorecido por la presencia de un modelo alternativo representado por el Bloque Soviético (el carácter del mismo y su bondad es otro debate que podemos afrontar en otro momento), consistía en un gran Pacto o Gran Acuerdo, de una parte, entre los dos grandes corrientes políticas del momento la Democracia Cristiana y la Socialdemocracia, que estaban de acuerdo en el desarrollo de ese modelo económico y social. Otro gran acuerdo establecido entre trabajadores y empresarios a través de las organizaciones sindicales y empresariales más representativas. Garantizaba la paz social y la estabilidad a través de la negociación, que daba lugar a continuas mejoras salariales y sociales, contratos fijos, jornadas de 8 horas, vacaciones pagadas, mejoras en los convenios colectivos en las condiciones laborales, y por parte de los trabajadores y mejoras de la productividad e implicación con sus empresas donde ponían todo su empeño y esfuerzo.

Estos grandes acuerdos o pactos que todo el mundo respetaba y promocionaba dieron lugar al desarrollo del Estado del Bienestar, es decir políticas públicas de carácter universal que desde un punto de vista económico suponía también percibir el llamado el salario indirecto que recibían todos los naturales de un país por el solo hecho de serlo. Al salario directo que le pagaban las empresas o el Estado en el caso de los trabajadores públicos, había que sumarle el salario indirecto de la Sanidad y Educación pública universal y gratuita, servicios sociales como la ayuda a los dependientes y a los ancianos, las pensiones, el cobro del paro, etc. un conjunto de políticas públicas que se financiaban con el pago de los impuestos y que mayoritariamente tenían un carácter y una naturaleza de bien universal, independientemente de la renta del ciudadano.

Y aquí está el quid de la cuestión, estos servicios suministrados por el Estado son universales y lo disfrutan todos los ciudadanos independientemente del nivel de renta. Los paga el Estado a través de la recaudación de los impuestos. Impuestos directos con un sistema progresivo, es decir que quien más gana más paga, y que sostenían la gratuidad de los servicios universales para todos.

Y aquí está la discrepancia con las posiciones de los tertulianos, la tradición de la socialdemocracia ha consistido en que la política de izquierdas se hacia en y desde la política fiscal, no en el acceso a los servicios públicos. En los ingresos y no en los gastos.

Es decir, se basa en una alianza de las clases medias y los trabajadores, (ahora más debilitada después de la aplicación del neoliberalismo), donde cada uno contribuía a las arcas públicas en función de sus ingresos y recibían las mismas prestaciones. ¿Por qué la clase media estaba de acuerdo en mantener este modelo? Respuesta sencilla, le era rentable. Incluso mirándolo desde el lado exclusivamente egoísta, de clase, a pesar de soportar impuestos elevados, recuerdo en Suecia o Alemania hace unos años el tipo máximo para las rentas superiores llegaba al 48% de fiscalidad.

Con estos impuestos se mantenían unos servicios de calidad. Enseñanza de calidad primaria y secundaria, Universidades de calidad, una sanidad de calidad, becas, pensiones en función de cotización, servicios sociales domiciliarios de calidad etc. etc., la actividad pública tenía un prestigio y una calidad. Sin mencionar los transportes públicos, por carretera, ferrocarril y aéreos, la banca pública, las empresa de electricidad pública, entendidas todas ellas como servicio público al servicio no del beneficio sino de los ciudadanos. Nuestro Estado de Bienestar se ha desarrollado más tarde y de manera incompleta, entre otras causas por la duración de la Dictadura franquista que nunca creyó en ese tipo de sociedad.

Por eso la clase media que pagaba impuestos estaba de acuerdo en pagarlos, era solidaria con los que menos tenía, y además, recibía servicios públicos de calidad. Y esta alianza sigue siendo es beneficiosa para el mantenimiento del Estado del Bienestar, conviene mantenerla. Todos salimos beneficiados. En esto consistía una política de izquierdas de carácter reformista y que dio lugar al mejor periodo de la historia de la humanidad, con un aumento del bienestar de todos los ciudadanos sin parangón en el mundo. Un sistema que conciliaba crecimiento económico y reparto de la riqueza.

Por eso no es asumible la crítica desde una pretendida posición de izquierdas, que en mi opinión no se sustenta en ningún planteamiento conocido y que perjudica a la clase media. No encuentro razón para que sea castigada doblemente, es el principal sostén de los ingresos del Estado con sus impuestos, -en un momento donde los ricos de verdad no pagan impuestos-, y a cambio reciben cada día peores servicios en función de lo que pagan, y ahora, le quieren hacer pagar por estos servicios.

Esta posición se haga desde la derecha o desde una pretendida posición de izquierdas lo que hace es abrir paso a una un Estado de Beneficencia, no a un Estado de Bienestar Universal y gratuito. Por ahí se puede colar la desafección de la clase media hacia el Estado del Bienestar, poniéndolo en peligro. Es decir cuando se habla de copago en la sanidad se está hablando de eso. Como resultas de las rebajas fiscales adoptadas por las políticas neoliberales se ha ido deteriorando el Estado de Bienestar, al que se le ha ido reduciendo los presupuestos dedicados a esas partidas y consiguientemente deteriorando la calidad de los mismos. Porque si los de rentas más bajas no pagan, los ricos tampoco porque se le facilita que no paguen a través de subterfugios legales, modelo SICAV que tributa al 1%, quien mantiene los ingresos del Estado es la clase media y además de recibir malos servicios, ahora tienen que pagar por recibirlos, lo más probable es que de seguir por esa senda serán más proclives a oír los cánticos de sirena que les lanzan la derecha sobre las rebajas de los impuestos.

Pero en el fondo a los neoliberales lo que realmente pretenden es que las clases medias dejen de pagar los impuestos, pero para, como en EE.UU., lo gestione a la sanidad privada, la escuela y universidad privada, contraten con las compañías privadas planes de pensiones, etc. Aunque si hacen cuentas la desaparición del Estado de Bienestar no le reportará ningún beneficio, pero eso no lo aprecian ahora.

Por tanto aquellos, incluso de buena fe que piden que se redistribuya en función de los ingresos, que se lo hagan mirar, no vaya que con el agua sucia se tire también al niño.

Salud compañeros y camaradas. Un saludo afectuoso a los tres periodistas de la tertulia.

Eduardo González

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