Mi intención no era apologética, pero como me la atribuyeron diré a las claras lo que sólo insinuaba para no herir susceptibilidades. Está visto que si a buenos entendedores con pocas palabras basta, los hay malos y necesitados de unas cuantas más. Me refería, dirigiéndome a los buenos entendedores, al vicio isleño de la envidia y el desprecio de los méritos ajenos. Siempre le oí a mis mayores que la manera de sobrevivir en esta tierra es no sacar la cabeza por encima de la mediocridad ambiental porque siempre habrá alguien aguardando para cortarla. Conozco demasiados casos para negar que sea así y creo que López Aguilar lleva camino de entrar en esa lista. Desde Galdós sacudiéndose el polvo canario al bajar del barco en Cádiz al Kraus pesetero menudean las caracterizaciones malévolas de isleños distinguidos que cargan la mano sobre sus defectos y difunden anécdotas denigratorias falsas para minimizarlos. No iba a ser menos el líder psocialista.El no reconocimiento de los méritos ajenos no favorece a la cultura social de las islas y reduce nuestra autoestima como pueblo. Algo que me ha preocupado desde siempre. Una actitud tan enraizada que llega a considerar apología la mera valoración de Aguilar con los datos sobre la mesa. No sorprende, pues, que se rotulen calles con el nombre de personajes populares, que lo son porque tuvieron una vida aperreada defendiéndose pícaramente de la sociedad que los marginó. Incluso se le ha levantado monumento a alguno. Está bien que los políticos, que son quienes deciden esas cosas, los homenajeen, si quieren; pero debe admitirse que reflejan un nivel cultural tanto más bajo cuanto que paralelamente olvidan a grandes referentes políticos, sociales y culturales en los que deberíamos mirarnos los isleños. Por ahí iban los tiros ya que Aguilar es víctima de esa mezquindad.P.S.- Ayer me reprochaba un lector que remontara a don Pelayo el tiempo que lleva la derecha mandando. Dado que no le va la ironía, dóyle la razón: debí ir más atrás; a Ataúlfo y Recaredo como mínimo.