La paranoia como marketing

Así, el caso de Las Teresitas y las críticas a Granadilla son maniobras canarionas para salvar Las Canteras y el Puerto de La Luz. Como si el hecho de que allá construyan un playón afectara a los usuarios de la playa grancanaria. Con que el agua siga mojando es suficiente y nada ganan ni pierden con las mejoras en las dotaciones de ocio santacrucero.

En cuanto a Granadilla el periódico volvió a repetir ayer sus infamias. No se cortó un pelo para calificar a los críticos de traidores a Tenerife y de ecologistas de pacotilla emboscados en la Universidad de La Laguna; además de plantear la sospecha de que están financiados por Las Palmas. Una versión light del oro de Moscú que incluye la advertencia de disponer de listas con nombres y apellidos: poco falta para que les dibujen pintaderas en las puertas de sus domicilios y sepa todo el mundo que allí vive un traidor.

La penúltima es la fusión de las Cajas que nadie quiere pero que presenta como iniciativa grancanaria para robar el ahorro tinerfeño. Todo para convertir a Las Palmas de Gran Canaria en la única capital del archipiélago; lo que nos faltaba, pues como éramos pocos, parió la abuela.

Por no hablar del presunto intento de despojo del patronazgo regional de la Virgen de Candelaria en beneficio de la del Pino; o del “puro vinagre” que, dice, son los vinos producidos en Gran Canaria. Ningún cura ha sabido explicarme lo que hay de las vírgenes y en cuanto al vino he averiguado que no es ni mejor ni peor que otros.

En cuanto a los ataques a los atractivos que ofrece Gran Canaria más o menos, lo mismo: a unos les gusta más, a otros menos y habrá incluso a quienes no les guste nada; pero no es para ponerse de ese modo. Le parece mal incluso que CC no sacara diputado por Las Palmas, a pesar de que así serán sólo diputados tinerfeños los que “hablen canario” allá; aunque sea poquito.

Exagera tanto El Día que muchos de los que han tenido la desgracia de visitar Gran Canaria se sorprenden al descubrir que tampoco es para tanto y encima se lo pasan bien. Las paranoias pepitianas tienen el efecto secundario de convertirse en marketing.