Espacio de opinión de Canarias Ahora
Aquí no ha pasado nada
Soria aprovechó lo de Santana Cazorla para colocar su detención, que considera ilegal, entre los “méritos” del anterior Jefe Superior de Policía que ha podido así progresar en su carrera; siempre en la tesis de que López Aguilar utilizó el Ministerio de Justicia para ordenar a policías, fiscales y jueces proceder contra sus rivales políticos y entenados. Soria afirma, en definitiva, que Aguilar es un delincuente al atribuirle un delito grave; con tanta rotundidad que debería reprochársele el incumplimiento de su obligación de gobernante al no acudir a la fiscalía con las pruebas que, da a entender, posee. No pocas veces ha invitado a quienes informan de sus asuntillos a ir al juzgado pero no vean, oye, cómo se puso cuando Carlos Sosa aceptó la invitación. Por orden de Aguilar, dirá él.
El archivo provisional, que no sobreseimiento, de las actuaciones contra Santana Cazorla hizo que Soria volviera a coger el rábano por las hojas sin que tampoco en este caso sepa decirles si fue por ignorancia o por mala fe; o por las dos cosas, que también pudiera ser. El caso es que asumió la defensa del empresario con un ataque a la Policía de tal calibre que la Audiencia Provincial tuvo que salirle al paso (por orden de Aguilar, por supuesto) con un auto aclarando que la ley de Enjuiciamiento Criminal no sólo amparaba la detención sino que obligaba a la Policía a practicarla. Algo que todo un vicepresidente del Gobierno no debería desconocer, pero nadie ha dicho que sea buen gobernante. Entiendo las quejas de Santana Cazorla y no dudo de que la detención le produjo quebranto de imagen, pero no le favorece que un sujeto como Soria lo utilice políticamente para arremeter contra sus adversarios, establecer no tan sutiles paralelismos con sus propias trapisondas y convencer, no sé a quién medianamente informado, de que aquí no ha pasado nada y que todo son ganas de enredar.
Soria, ese es su drama, ha perdido credibilidad hasta el extremo de que da igual cuanto diga. Ya lo hemos cogido en demasiadas mentiras y es bien conocida su lamentable trayectoria política. No dejó precisamente bien al Ayuntamiento de Las Palmas y al Cabildo grancanario; por más que tras un año y algo de la constitución de las nuevas corporaciones, su desastrosa gestión no sirva ya de excusa suficiente a Jerónimo Saavedra y José Miguel Pérez, que esa es otra. A sus andanzas en Gran Canaria une notables aportaciones al descrédito del Parlamento con trapacerías que dan vergüenza y al del propio Gobierno, si bien no necesitaba Paulino semejante ayuda.
No hay institución libre de sus invectivas. Policías, fiscales y jueces no han salido bien parados en boca de quien es, paradójicamente, el político canario con el más largo rabolleva de feos asuntos que no volveré a enumerar para no cansar. Todos y cada uno de ellos por órdenes directas de Aguilar, como todo el mundo sabe.
Soria se dice objeto de una persecución general a la que se añadió últimamente la cacería de su mala cabeza del periódico La Provincia. Debería ir al médico, que la paranoia se cura. Pero que vaya a uno de fuera de las islas porque igual los de aquí también están en la conspiración.
Quizá hayan observado que he reducido mi colaboración en CANARIAS AHORA de cinco columnas semanales a tres. Privilegio de jubilado al que me acojo porque se me hace cuesta arriba sentarme cada día a escribirlas con lo que tenemos delante. El procurar no echar los sapos y culebras que me pide el cuerpo me sube la presión y he decidido aflojar a la espera de tiempos (y de musos) mejores que me devuelvan las ganas. El ambiente político está envenenado y conviene distanciarse de un panorama que no cambiará como pronto antes de 2011, según los más optimistas.
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