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El pecado de la carne

Juan García Luján / Juan García Luján

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Ese exceso de pecado de la carne provocó que tuviésemos que hablar con los brasileños. ¡Por favor, mándennos vacas!. Y empezamos a comer vaca de Brasil. Es lo bonito de la globalización, usted puede ir a disfrutar de los carnavales de Río de Janeiro o a pasear por las calles de Pelourinho para conocer a esa bella gente que inspiró los personajes de Jorge Amado, incluso usted puede montar un bar en el país de la samba y quedarse a vivir allí. Pero los brasileños no pueden venir aquí porque la ley de Extranjería les impide que entren en el club de los ricos europeos. Que venga Carlinhos Brown a ponernos música para alegrarnos los carnavales, o que dejen entrar a Ronaldinho para que meta goles en el BarÇa, pero el resto de brasileños que se queden allí, por favor, y que críen vacas y las maten y les quiten los huesos, que los carnívoros tienen hambre y los importadores tienen que pagar sus hipotecas.

Las vacas de Brasil tienen más suerte que los inmigrantes porque no se les aplica la ley de Extranjería. Pero en Canarias tampoco se le aplican los aranceles. Por eso estaban los importadores canarios tan contentos. En cada kilo de carne se ahorraban más de tres euros. Después resulta que usted va a una carnicería de cualquier ciudad peninsular y ve que el precio de la carne de vacuno está igual que aquí o más barato, entonces usted se puede preguntar ¿ y quién se quedó con los tres euros que se ahorraron los importadores canarios?. Le voy a dar una pista: la vaca no fue.

De cada diez kilos de carne de vacuno que se consume en Canarias, ocho son importados de Brasil. Más de diez mil empresas brasileñas venden carne a los importadores canarios. Cuando se produjo el mal de las vacas locas Europa reforzó el control de las medidas sanitarias de la carne. Las autoridades de Bruselas dieron la oportunidad a las empresas cárnicas para que realizasen esos controles. De vez en cuando se hacía una inspección y mira tú por donde de 10.000 empresas sólo 300 estaban cumpliendo las normativas sanitarias. Por eso ahora les han dicho: se acabó la bobería, no se le podrá comprar a las empresas que no cumplan las normas sanitarias.

Entonces saltó la alarma. Los importadores dan su versión: Bruselas está cediendo a los intereses de varios países europeos que no admiten la competencia de la carne de países terceros. Y los importadores no están dispuestos a pagar más dinero por las vacas peninsulares (que me perdonen esta expresión mis amigas gorditas de Madrid o Bilbao, que sepan que no va destinada a ellas). La carne de vaca peninsular sí cumple las garantías sanitarias pero sale mucho más cara a pesar de que se recibe una subvención de 60 céntimos por cada kilo. Por eso el mensaje es clarito: si se mantienen los controles sanitarios a la carne brasileña los consumidores tendrán que pagar el doble del precio actual. Y claro, ya sabemos que nuestros importadores están muy preocupados por el precio de la cesta de la compra de Canarias. No hay más que ver su obsesión para que las ventajas que reciben por el REA puedan trasladarse al precio final de los productos. Aunque es cierto que esa obsesión no se plasma al final en los datos del IPC.

Entonces llega el grito legendario: somos ultraperiféricos, somos diferentes. Y se reúnen con el gobierno canario. El consejero de Economía declara que “nuestra posición especial en la UE, dada la condición de región ultraperiférica, debe significar que las políticas y las medidas europeas, también las directivas, sean moduladas en su aplicación en Canarias”. Ahora sólo falta que José Manuel Soria nos explique que significa eso de “directivas moduladas”. Porque si lo que hay que modular son las garantías sanitarias para que los importadores mantengan sus cuentas de resultados a costa de nuestra salud, estaríamos ante un negocio donde le toca perder a los mismos.

Y si lo que se trata es de seguir protegiendo a los importadores y permitirles que traigan carne que no tengan que pasar los controles sanitarios que sí se les exige a los ganaderos canarios. Entonces uno se da cuenta de que Soria puede pasar del cargo de presidente del cabildo al puesto de consejero de Economía y mantener las mismas debilidades: joder a los ganaderos canarios. Porque cuando estaba en el cabildo no pidió una política “modulada ” para los ganaderos grancanarios, lo que hizo fue vender Sialsa al mejor postor, declarar que “el cabildo no está para vender yogures”. Mientra tanto los ganaderos a seguir matando 45 vacas cada semana y los consumidores creyendo que comían carne del país, cuando en realidad estaban frente a un filete brasileño que había entrado sin las garantías sanitarias exigidas por Bruselas. Así que mientras Rouco Varela monta manifestaciones para que la gente vote al PP, el líder de la derecha en las islas sigue cometiendo el pecado de la carne.

Juan García Luján

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