Espacio de opinión de Canarias Ahora
El pensamiento mezquino
Y es verdad: ahí están las hemerotecas. Quien acuda a ellas podrá comprobar que no era yo partidario de que Aguilar se presentara a las autonómicas desde que comenzó rumorearse. Y claro que lo apoyé al confirmarse su venida porque, ya puestos, frente él no había color. Lo mismo pensaron los votantes que hicieron del PSC la fuerza mayoritaria en el Parlamento canario. Lo que no me impidió seguir pensando que fue un error aunque luego criticara, también, que se fuera al Congreso. Lo comprendía en el plano personal pero no me pareció de recibo que, una vez aquí, cogiera puerta a la primera. Y sigo opinando lo mismo aunque las generales confirmaran al PSC como el primer partido de Canarias. Las victorias electorales no lo justifican todo.
Las mismas hemerotecas contienen críticas a Aguilar por no bajar del terreno de los grandes palabros globales a las propuestas concretas. Tampoco faltan alusiones a la decepción de quienes prestaron sus votos al PSC para ver si se podía remediar algo.
Conste que no escribo para justificarme. Uno ya está de vuelta y quienes me conocen saben lo que hay. Si lo hago es porque a alguien le servirá el señalamiento del nada sutil pensamiento mezquino; ése que condena el afán de Aguilar por ser presidente de Canarias como si los demás no pretendieran lo mismo y no supiéramos que estaba obligado a intentarlo por respeto a sus votantes y al partido que lidera. Hasta el punto de sentarse a negociar a sabiendas de que el pacto CC-PP estaba hecho y más que anunciado en los periódicos desde mucho antes de las elecciones. También está en las hemerotecas.
Ahora va al Parlamento Europeo. O sea, estará en el ámbito que más le atrae vocacionalmente. Considerar eso un fracaso añade falta de ignorancia a la mezquindad. Quienes lo apreciamos aun criticando sus errores, nos alegramos por él; quienes lo odian no se alegran menos porque ven lejos al que consideran un obstáculo para el chalaneo. Todos contentos, pues; sobre todo los felices de vivir bajo el penoso paulinesado que nos avergüenza.
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