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Pequeños misterios de andar por casa

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El otro día necesitaba con urgencia un bolígrafo y no tenía ninguno. Me pilló en la calle y nadie parecía tener uno a mano, hasta que una amable señora sacó uno y me lo prestó. Desde hace años los llevo siempre en todos mis bolsos, otra cosa es que luego escriban o no, pero justamente ese día había salido a hacer deporte y me pilló desprevenida.

Cuando llegué a casa y vi los botes repletos de bolígrafos que tengo sobre mi escritorio me paré a pensar sobre cuántos habría gastado a lo largo de mis 43 años. No me refiero a cuántos he utilizado a lo largo de toda mi vida, sino a cuántos he gastado y he dejado sin una gota de tinta. 

Tras hacer cálculos -y retrotraerme al momento en el que aprendí a escribir hasta la actualidad- llegué a la conclusión de que he utilizado la totalidad de la tinta de ocho o nueve bolígrafos en toda mi vida. Lo único que sé que sí que he gastado hasta tener que tirarlos a la basura son los rotuladores, sobre todo los fluorescentes, pero claro, no estoy segura de si los he acabado por el uso continuado o simplemente se han secado y han dejado de pintar.

Podría parecer una cuestión baladí, pero es posible que estemos hablando de que a lo largo de mi vida haya tenido miles de bolígrafos de todos los tipos y colores. Puede que incluso sean decenas de miles. 

Así que la pregunta es: ¿dónde están?

En mi casa debo de tener en este momento (entre los del escritorio y los bolsos) cerca de 50, así que, ¿dónde se supone que están las otras decenas de miles que han pasado por mi vida?

Cuando era chica tenía una caja de zapatos llena hasta rebosar de todo tipo de bolígrafos, ceras, rotuladores y creyones. Ni idea de qué fue de ella. Pero es que ya de adulta soy incapaz de recordar dónde están todos esos bolígrafos con los que he cogido notas en el colegio, el instituto y la universidad, he cubierto ruedas de prensa, he hecho listas de la compra, he escrito cartas de amor y discursos o incluso con los que he firmado los documentos más importantes de mi vida. No tengo ni la más remota idea de su paradero.

No recuerdo haber tirado a la basura más que una veintena de bolígrafos en toda mi vida, la gran mayoría de ellos porque, pese a tener tinta, no escribían. De verdad que me preocupa… ¿Dónde están los otros miles? 

A ver si voy a ser yo una de las culpables principales del tema de los micro plásticos en los océanos y ni siquiera me había dado cuenta, porque a alguna parte han ido a parar durante todos estos años y, desde luego, en mi casa no están.

¡Chiquito misterio!

Puede ser que, sin quererlo, en este artículo esté destapando una conspiración mundial secreta y, en realidad, pasado un determinado tiempo los bolígrafos se autodestruyen sin dejar rastro para que compremos más porque sé, a ciencia cierta, que no soy la única a la que le sucede esto.

Usted que está leyendo este texto ahora mismo, ¿sabría decirme dónde están todos los bolígrafos que han pasado por su vida? ¿Tiene controlado su paradero? ¿Cree que los míos estarán allí también?

Muy probablemente estará de acuerdo conmigo en que la hipótesis más probable es que aparecen y desaparecen sin más porque, ahora que lo pienso, tampoco es que yo haya ido cientos de veces a comprar bolígrafos. Es como si llegaran a mí por sí solos, como si me eligieran como su compañera y, pasado un tiempo, desaparecieran sin dejar rastro.

Esperen, que me acabo de dar cuenta. 

El problema es aún más grave de lo que pensaba porque… ¿y los lápices?, ¿dónde están los lápices? Creo que nunca he gastado más de un tercio de un lápiz. ¿Dónde están entonces? En casa solo contabilizo tres. ¡Si debo haber tenido cientos!

¡Ay, Dios mío! A ver si resulta que convivimos con un agujero negro que se traga todos nuestros lápices y bolígrafos y ni siquiera nos damos cuenta. 

¿Se juntarán en ese extraño más allá los lápices y bolígrafos con los calcetines desparejados?

Urge investigar este misterio y comprobar hasta dónde llegan sus auténticas ramificaciones.

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