Picoteos

Yo, la verdad, creo que Soria ya era incompatible mucho antes y siempre lo he imaginado de jerarca de aquel Movimiento que no se demostraba andando sino machacando cráneos. Le pega, al hombre, esa caracterización. Nació fuera de tiempo y supongo que estarán de acuerdo conmigo en el paralelismo quienes peinan suficientes canas y mantienen la memoria a salvo del médico alemán ése del que no recuerdo el nombre; Alka Seltz o cosa parecida, creo. Y conste que no lo digo por razones ideológicas sino visto su temperamento y talante. El franquismo era y es una forma de ser que sigue estando ahí.

Siguiendo el picoteo, tropiezo con que José Manuel Arnáiz, irrepetible presidente de la Autoridad Portuaria, espero, fue absuelto del delito de desobediencia granmarinada al Ministerio de Fomento. Me alegro porque mi querencia natural es desobedecer y comprendo a quienes lo hacen. Pero no entiendo, la verdad, la euforia de quienes se han lanzado a tirar voladores para reivindicar la Gran Marina; como si el fallo favorable a Arnáiz negara la ilegalidad de aquel concurso que tanto nos entretuvo en su momento.

Bueno, no la entendí, la euforia, al comenzar a leer los comentarios pirotécnicos porque al terminar tenía claro que el gasto de pólvora conmemorativa obedecía a que consideran la absolución de Arnáiz formidable éxito judicial de Soria; será por la ley física de los vasos comunicantes que el ex macho aplicara también al instrumentalizar en su provecho el archivo provisional de las actuaciones contra Santana Cazorla; reivindicando de paso para los canarios la seguridad de que no serán detenidos en la calle así por las buenas. No dio, mecachis, nombres de isleños que vivan con ese temor y aunque proclama su irreductible confianza en la Justicia, ésta claro que no le alcanza para aceptar el auto de la Audiencia Provincial aclarando que la ley de Enjuiciamiento Criminal no sólo amparaba sino que obligaba a la Policía a efectuar la detención que él, Soria, sigue tildando de ilegal. ¿Cómo se come eso? Dios no lo llamó por el camino del razonamiento lógico de modo que igual no es en realidad un mentiroso sino que reflexiona poquito y se desniega.

A lo que iba: de repente ha emergido con la absolución de Arnáiz la Gran Marina, de vocación borondona a lo que parece, como panacea de la crisis. Cubriendo con un estúpido velo el precedente del edificio Woerman, que ahí sigue sin pena ni gloria. Un edificio bautizado, por cierto, como “Woerman Center”, pollabobada que advertí esta semana al pasar por allí y asocié rápidamente con el chiste de “¡Por favor, vosotros, no arrempujéis!”, con el que cierto maúro peninsularizado alcanzó las más altas cotas de sincretismo. Olvidan, encima, que la principal pega a la Gran Marina, ilegalidades aparte, era su desconexión con el tratamiento global de la totalidad del frente marítimo que reclama esta ciudad, según observara, lo que son las cosas, uno de los arquitectos invitados.

Del mismo picoteo extraigo las reformas en la cocina y los baños de la residencia grancanaria del presidente del Gobierno. No veo motivo para criticar el gasto porque tiene derecho Paulino, faltaría más, a elegir alicatados acordes con su sentido de la estética, que no se es presidente en vano. Y tiene razón Juan José Jiménez: los isleños queremos un presidente que luzca aseadito todo él y si para eso hacen falta cinco baños, que no se conforme con cuatro. Lo sorprendente es que tenga sólo una cocina cuando lo normal, para dar nivel, es que haya una de guisar pescado, otra para freírlo, la tercera para las carnes, la cuarta para los restantes alimentos y hasta una quinta para el cafenileche y las tostadas con mantequilla y mermelada de naranja amarga; del Madroñal por mor de la autoctonía. Lo que deberían que hacer quienes se quejan de no llegar a final de mes y de pasar hambre es presentarse a las elecciones como hizo Paulino para merecer esto que no nos merecemos los demás.