Espacio de opinión de Canarias Ahora
Querida Comunidad Uruguaya
Somos un pueblo de emigrantes. Nuestra realidad insular que potencia el aislamiento, nuestra dependencia del exterior agravada por la insistencia en la subordinación económica a unos monocultivos que casi nunca han terminado bien, la incapacidad de nuestra burguesía tradicional y de las clases dirigentes para articular un modelo económico diversificado que garantice las soberanías alimentaria, energética, industrial y tantas otras, han provocado profundas crisis cíclicas que han obligado a nuestra gente a emigrar. Esto ha sido así hasta tal punto que hoy este archipiélago atlántico cuenta con más ciudadanos fuera que los que habitan en su territorio.
Somos un pueblo de emigrantes que casi siempre ha mirado al sur a la hora de abandonar su casa. Hemos mirado casi siempre a la otra orilla del Atlántico, hacia muchos países hermanos de Latinoamérica donde hemos sido siempre recibidos con los brazos abiertos. Y donde también hemos dejado huellas profundas. Indelebles.
A Venezuela se la conoce como la Octava Isla y su libertador, descendiente de uno de los fundadores de la Villa de Garachico, llevaba sangre indígena canaria en sus venas, según estudios realizados recientemente.
Los lazos con Cuba siempre han sido especialmente estrechos. Pocos son los agüimenses que no cuentan con familiares en esa isla que recibió a miles de familias canarias en distintas oleadas migratorias. Su liberador José Martí era hijo de una canaria.
En Luisiana (EEUU) aún se mantiene viva la comunidad de Los Isleños, descendientes de canarios que poblaron aquellas tierras a finales del siglo XVIII y que siguen luchando por mantener viva las tradiciones de sus antepasados.
En Uruguay sucede otro tanto. A principios del siglo XVIII, una primera oleada de emigrantes canarios se establece en ese país y funda, en 1724, la ciudad de Montevideo. Nos dicen las crónicas (que recoge Isabel Barreto en “Canarios de ayer, la inmigración canaria en el Uruguay”): “Desembarcaron estos esforzados canarios en una tierra desconocida, en un mundo nuevo para ellos, donde encontrarían los mayores inconvenientes, obstáculos de toda clase los cuales deberían afrontar con paciencia y resignación pues el retorno a sus lares ya no era factible”(Musso); “La inmigración canaria, exclusivamente labradora, así que llega a Montevideo se va distribuyendo por el interior del territorio buscando en los campos el único género de ocupación que ella es capaz de desempeñar” cuenta Lamas; Canelones “es buena tierra para la agricultura, y los cultivadores son, muchos de ellos, colonos de las Islas Canarias, que siembran no solo trigo, sino también maíz, patatas, melones, vegetales, e incluso algo de tabaco?” afirman otros (Mulhall y Muhall)?
Más tarde nuevas oleadas en el siglo XIX siguieron poblando el interior del territorio. Allí han mantenido tradiciones, usos y costumbres ligadas a la gastronomía, a la medicina popular, a las manifestaciones religiosas y conservaron hasta principios del siglo XX la figura del zorrocloco, que consistía (como aquí) en que el padre guardaba cama y recibía a los vecinos, mientras la mujer volvía a sus tareas? Y el pericón, el arrorró, el gofio?
Su prócer, José Gervasio Artigas, que ahora nos congrega, y que va a permanecer con nosotros para siempre, como así han decidido sus compatriotas, también tenía sangre canaria pues su abuela era tinerfeña.
Este Atlántico que nos baña y nos acoge genera también corrientes de ida y vuelta y nos envuelve en sentimientos, palabras, costumbres y tradiciones que permanecen inalterables a lo largo de los siglos.
La noria de la historia provoca movimientos financieros y sociales convulsos. Hace unos años vivíamos por aquí una etapa de esplendor económico que después se convirtió en una burbuja que nos estalló y que nos mostró la peor cara del capitalismo salvaje. Por esa época se acercaron hasta esta tierra emigrantes retornados, hijos y descendientes de emigrantes canarios y también ciudadanos latinoamericanos que, como antes lo hicieron nuestros antepasados, decidieron probar fortuna entre nosotros.
Un día se acercó a mi despacho un grupo de personas que me habló de su origen uruguayo y de su voluntad de fundar aquí una comunidad. Me acuerdo que les hablé de esos viajes de ida y vuelta entre las dos orillas; de que siempre iban a tener nuestras puertas abiertas; de que nuestros genes llevan impresos el reconocimiento al esfuerzo, a las ganas de luchar y el agradecimiento por el acogimiento que en su día nos hicieron; que no dudaran en integrarse y en demandar nuestra colaboración si la necesitaran?
Y así ha sido. Se han integrado. Se han convertido en unos agüimenses con corazón uruguayo que no dejan de participar en nuestro Carnaval, en nuestras romerías, en nuestras manifestaciones culturales. Y aquí tienen su sede. Y aquí celebran a su país. Y aquí están forjando nuevas familias?
Hace unas semanas el señor Cónsul de Uruguay, acompañado por miembros de la junta directiva de la Asociación de Uruguayos, me propuso levantar un busto a José Artigas en Agüimes. Y me decían que, si me parecía, debía ser en el Cruce de Arinaga, el núcleo de población que los congrega en mayor número. Por supuesto que les dije que sí de manera inmediata. Para el Ayuntamiento de Agüimes, su alcalde, su corporación y sus habitantes es un orgullo rendir homenaje a un país y a una comunidad por la que sentimos un profundo respeto y un enorme afecto. En consideración a su país, a los uruguayos de Canarias, a los uruguayos de Agüimes y también a los anhelos de libertad y de justicia social que siempre defendió, y que son hoy más que necesarios, y que dejó patentes en pensamientos como estos: “la causa de los pueblos no admiten la mayor demora” o “que los más infelices sean los más privilegiados”, es un honor contar con la presencia permanente en esta plaza, en el seno de esta comunidad, del libertador y prohombre de Uruguay José Artigas.
Querida comunidad uruguaya, muchísimas gracias por estar entre nosotros, por elegir Agüimes para rendir homenaje a su prócer.
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