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“Te recuerdo Amanda”
En el fondo, y en la piel, de lo que se trata es de que una parte, y sus partes, quieren tener Estado propio, y la otra, las otras, apuntalar el Único o hacerlo más fuerte y exclusivo. Todo lo demás –patrias, naciones, identidades, lenguas, folclore, menosprecio de corte y alabanza de aldea, por citar algo- coreografía de cartón piedra. Se trata del Poder, como siempre, de sus cuotas y de sus pompas, y de sus poderitos. Las preguntas sobre el beneficio para las personas no caben en la ecuación porque los que viven en Waterloo carecen de problemas salvo la añoranza. E incluso esta la mitigan cuando viajan de incógnito a sus lugares de origen. Y que no mientan más, por favor.
Los otros, ay de los otros y de las otras: Concepción Arenal (“Odia al delito, compadece al delincuente”) rediviva en Bruselas con el personaje al que le tocó la presidencia de la generalitat de Catalunya mientras hacía la compra en el mercado de Girona. Mucha gloria en las alturas. Y santa paciencia.
Porque la realidad política repercute cada día en ficción de película de serie B. No hay quien pueda dar más. ¿Y la social? El lunes pensé que si moría la periodista María Teresa Campos, ya estaban listas, repetidas y repartidas las escaletas matutinas de al menos tres cadenas generalistas, y la ristra de tópicos y bondades sobre su persona. Y así fue.
Es importante destacar que no podemos recordar a Amanda para ensalzar a mequetrefes. Se acercan los cincuenta años del golpe de estado contra la humanidad en Chile, y ya se aprestan contritos y compungidos todos los actores y actrices de la comedia para destacar su protagonismo en la historia y su estulticia anecdótica en la crónica. “Te recuerdo Amanda” es una bella canción que no tenía previsto pasar a la posteridad. Y su torturado y asesinado autor, Víctor Jara, mucho menos. De poco sirve rememorar las atrocidades de aquel golpe si no detectamos la proximidad de comportamientos de imitación de los golpistas en la política actual, española y europea. Y no hablamos de los “fets” en Catalunya hace ¿seis, cinco, siete años? Aquello no fue un golpe de estado, fue una monumental chapuza, por ambas partes, un encadenamiento siniestro de torpezas desde el recurso de inconstitucionalidad contra el estatuto de Pasqual Maragall hasta la encerrona en la que metieron al rey Felipe VI haciéndola contar por televisión lo que hubiera tenido que contar Rajoy. Como consecuencia de todo aquello, sufrimos tiempos de rebajas, de chantajes y de extorsiones varias, desde Bruselas o desde Rubí, tanto monta. Las tragaderas a la hora de ceder crecen proporcionalmente a las ganas de gobernar y a la ingenuidad de los que creemos que así se preservarán y continuarán las políticas sociales y de igualdad. Pues no: como te recuerdo Amanda, más que nunca, es preferible volver a echar las cartas electorales el 14 de enero de 2024, continuar en funciones y ahorrarnos las peroratas de las derechas, incluida la de Waterloo.
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