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Retrospectiva pictórica de Gabriel Rodó

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En la sala de arte del rectorado de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, se ha presentado en días anteriores, una muestra individual del veterano artista Gabriel Rodó. La exposición de dibujos, pinturas, grabados y esculturas, es una visión retrospectiva a toda su carrera en arte, desde su primer cuadro al óleo hasta las creaciones plásticas más recientes.

Nacido en Barcelona en 1936, llegó a nuestra ciudad, con su familia. Sus padres, violonchelistas ambos, arribaron a esta ínsula por un contrato de trabajo musical con el Ayuntamiento capitalino. Su progenitor, el inolvidable Gabriel Rodó, quien otrora fuera el director de la Orquesta Filarmónica de Las Palmas y el fundador del Conservatorio de Música de la ciudad, reconvirtiendo la antigua academia de música existente. Hasta que marcharon él y su esposa, por finalización contractual, a Colombia, muriendo a los pocos meses de haber llegado al país caribeño. También Gabriel, el pintor, es músico de violonchelo; y su hermano pianista.

El artista Gabriel Rodó es, por su longeva existencia, y por haber pertenecido a la tercera generación de artistas plásticos hecho autodidactamente, en la próxima centenaria Escuela Luján Pérez, una de las glorias del arte canario e internacional que por sus talleres de enseñanza, en total libertad didáctica, han pasado. Fue pupilo del genial Santiago Santana Díaz, cuando este artista dirigió las enseñanzas en la Luján Pérez. Éste, nuestro artista, en su constante empeño por trabajar y crear en la plástica, domina cuasi todos los procedimientos pictóricos habidos. Es un polifacético y fecundo creador que ha indagado en los diversos procedimientos y técnicas de los óleos, acuarelas, ceras, lápices, carboncillos, grabado calcográfico, modelado de esculturas en barro, etc.

En esa indagación excéntrica del quehacer que embarga a los artistas creadores, se ha adentrado en el paisaje del natural de varios países: canario, catalán, finlandés y húngaro. El retrato es otro de sus retos constantes, en los que más que el parecido mimético del dibujado, se inmiscuye en los misteriosos psicológicos del retratado, del otro yo que define la personalidad de cada cual, o visto por el artista con su indiviso fonendo artístico. El desnudo, tanto de pose de la imagen en vivo, directamente representado del natural; o de imaginarios modelos y planteamientos composicionales y expresivos, subjetivados por el artista, mediante una construcción sui géneris. Los grabados, en los cuales es un consumado maestro en la técnica, secretos de hechura y alquimia, se plasman sobre distintas planchas, escenas cotidianas o visiones elucubradas en la venerable demencia del creador, que ve donde nadie ve, en una lucha quijotesca por la estética.

Rodó ha tenido, durante muchos años, una vida entera, de dedicación al arte, tanto el plástico como el musical, por una entrega sincera y vocacional. Este arte ha sido la consecuencia de una necesidad interior que debía expresar, mediante motivaciones externas inducidas y sensaciones internas generadas por la sinestesia, que debía extraverter inexcusablemente, como alivio de su insania transitoria para exteriorizar su sentir artístico. Por ello, su lucha con la materia procedimental de la plástica y la complacencia de su singular estética, en la absoluta libertad creadora para dibujar y pintar, hasta equilibrar su quimera emocional en la estética y la manifestación en sus lidiadas resoluciones pictóricas.

Gabriel Rodó ha sido un probo convencido a sus principios artísticos inveterados. Es honrado con sus sentires, con sus emociones y pálpitos, ante sus motivaciones artísticas que cautivan su paroxismo. Todas sus creaciones plásticas derivan de los procedimientos de antaño, de los tradicionales por antonomasia. Aunque estén todos los procedimientos que practica, subyugados por sus divagantes emociones e impronta del momento que los analiza y le sensibiliza en ese instante. Prevalece su concebir en el intervalo creador y las impresiones anejas que conlleva, en su forma de ver y entender el arte, desde su atalaya y personal lunatismo intrínseco del nirvana que le atrapa en ese estado paranoico creacional.

Todas las obras de Rodó están concebidas por ese estatus estético que posee, intransferible y muy privativo, al cual ha sido siempre fiel en sus parámetros unipersonales, para comunicarse con los espectadores de sus obras en el encuentro de una empatía estética o unitariamente expresiva, en la que todos los medios plásticos son perfectamente válidos. No ha querido hurtar a su sentir interno esa sinceridad emocional en el arte, que equivale a su sentimiento, para asomarse a esnobismo y extraños senderos, que a él, como artista no siente, ni se deja cortejar sensiblemente por modas al uso.

En todo su dilatado cómputo artístico, dice haber hecho un solo cuadro abstracto, porque en este tipo de arte, comenta: “No interesarle”. Para Rodó, el arte nuevo es el que batalla, entre la materia y sus pasiones, día tras día, el cual depende de sus estados de ánimo, de su organismo físico, de las circunstancias externas, etc. “Esto hace que se cree un arte nuevo en cada instante, un arte por espontaneidad de las emociones transferidas ante el planteamiento de mis obras”. Y añade: “También se puede crear con arte figurativo, como lo están en mis obras”. Esta es una afirmación totalmente correcta.

Oteando, junto al artista, complacientemente todas las obras expuestas en las salas, se denota en ellas el tempo lento de quien las ha percibido y forjado, como hombre pausado, cultivado por el tiempo sin límites, en no hacer el arte con premuras, dejándolo macerar en pensamiento y obra. Salas de arte, en las que se muestra una parte del ingente número de obras ejecutadas a lo largo de su vida. Mientras tanto, hablamos de si ha tenido influencias de determinados artistas o de movimientos precedentes. “Esto en concreto no lo sé, pero sí puedo afirmar, que las figuras que trato de dibujar son las que me imponen el trazado pictórico a seguir en cada obra”.

El paisaje del natural realizado a plain air, ante la sublime belleza natural; el cuerpo femenino desnudo, nos dice: “Es muy sugerente, ante sus formas quedo seducido, porque visto el modelo pintado, posee una reacción perceptiva distinta al hombre y a la mujer retratada”. La belleza que tiene el cuerpo humano desnudo en sus sensuales y armónicas curvilíneas, arroba los sentidos de los artistas, desde una órbita bien diferente a los parámetros que la sociedad le otorga como objeto de consumo y sutil uso sexual.

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