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El sanedrín de Vegueta
JFLA me recuerda al José Carlos del 91. Con perdón. Cualquier empresario que se le mente a la bicha de Saavedra, Soria y Paulino despotrica de López Aguilar. Y en estas íslas donde pasan cosas que todos sabemos y la policía también, es un halago. La comparación con Mauricio no es ligera. No por su trayectoria final, sino por su acercamiento al poder. Al ex secretario general del PCC también le pusieron rabos y cuernos cuando tuvo el bastón de mando cerca, tanto que le cerraron el paso a la Alcaldía en el time-sharing pactado con José Vicente León y Sintes contra Mayoral, en aquel mandato presoriano.
Después Mauricio derivó en lo suyo de él -Pepe Alemán diría que siempre estuvo en lo suyo de él- y se quemó en el infierno del desprecio de sus propios votantes grancanarios, pero ese pavor oligárquico a JFLA al que huele el acoso y derribo de Saavedra lo vivió en sus carnes, si la memoria no me falla, José Carlos, antes de que se pusiera en el centro del escenario a vender todo el pescado.
No hay manera de saber si JFLA, de Caperucita y subido al tranvía Rambla de Pulido arriba, acabaría como Mauricio un par de lustros después. Pero lo único cierto ahora mismo es que López Aguilar ha tirado de un carro muerto desde que Mauricio sentenciara al PSOE durante veinte años al ostracismo, cuando ideó CC. Y es el propio Saavedra quien se aventura a ponerle palos a las ruedas de un carro que no es exclusivo de la militancia socialista -volverían a los 20 diputados ellos solitos-, por sabe Dios qué conclusiones diabólicas extraídas en una de esas noches del sanedrín. En Vegueta, claro.
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