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El secuestro de Nueva Canarias

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Los partidos políticos son la esencia de la democracia. Sin partidos es imposible que exista democracia. Y esto es así porque se fomenta el pluralismo, se permite la competencia político-electoral y se respeta el principio de mayoría.

Los partidos, a su vez, son organizaciones democráticas, al menos estatutariamente, pero en la práctica el espíritu democrático no es una de sus características. La célebre frase “ quien se mueve no sale en la foto”, pronunciada por Alfonso Guerra, es la metáfora perfecta del desprecio al debate. 

A principios del siglo XX, el sociólogo alemán Robert Michels formuló la llamada “Ley de hierro de la oligarquía” para explicar la contradicción de por qué los partidos políticos, que son las principales instituciones de la democracia, no son organizaciones democráticas. Un siglo después, como recuerda el analista y politólogo Michael Neudecker, “esta ley sigue tan vigente como entonces a la hora de describir su funcionamiento y organización”.

La conclusión de Michels fue demoledora: Ningún partido es democrático porque “la organización implica la tendencia a la oligarquía. En toda organización, ya sea un partido político o de gremio profesional, se manifiesta la tendencia aristocrática con toda claridad”. ¿Por qué? Para explicarlo, expone Neudecker, Michels formuló la Ley de hierro de la oligarquía: “La organización es la que da origen al dominio de los elegidos sobre los electores, de los mandatarios sobre los mandantes, de los delegados sobre los delegadores. Quien dice organización, dice oligarquía”.

Esta tendencia es general pero es más flexible según del partido de que se trate. En Coalición Canaria, por ejemplo, debido a su idiosincrasia de organizaciones insulares, hay cierto debate y equilibrio de poderes. En el PSOE son claves “sus familias”. A pesar de ser repudiado y arrinconado por los barones, Pedro Sánchez terminó liderando su partido y hoy es el presidente del Gobierno. En Podemos, las bases al menos votan.

Nueva Canarias, en cambio, es un partido que aunque está armado con bases democráticas, es absolutamente piramidal: sus dirigentes son los mismos desde su creación; incluso desde antes, cuando nació Asamblea de Vecinos y desembocó en ICAN. El disenso está prohibido; la prueba más clara la tenemos en el proyecto para construir una central hidroeléctrica en el barranco de Arguineguín.

Aparentemente no hay ni una sola voz en contra, ni tampoco quien apueste por abrir un debate para decidir cuál es el modelo energético idóneo para Canarias, no sólo para Gran Canaria. Pero lo más sorprendente es que no haya ni una sola voz crítica, en un partido denominado nacionalista, con la cesión de la soberanía energética a la multinacional Red Eléctrica Española.

Tengo relación, en algunos casos excelente, con destacados cargos de NC, partido al que en alguna ocasión le he dado mi voto. Me cuentan que sí hay opiniones críticas y contrarias al proyecto, pero “Antonio Morales tiene censurado el debate; estamos literalmente secuestrados”. La oligarquía que tan bien describió, hace 100 años, el señor Robert Michels.

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