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29 de septiembre, fecha impropia para una huelga general
Mi amigo Gorka me comenta su sorpresa, por el hecho de que los sindicatos no hayan tenido presente que septiembre es el mes de las vacas flacas familiares; me dice que se acaban las vacaciones, se retorna al trabajo, con escasos euros en casa, por aquello de los gastos de hotel o apartamento, y que de vuelta al “curro”, nos encontramos con los libros y el material escolar de la grey infantil. Ante éste cúmulo de gastos ¿estarían las familias predispuestas a sacrificar un día de salario, para escenificar el malestar? Habría que recordar que el descuento que se hace por un día de paro, no es lo que a diario percibimos, sino que a ello hay que acumularle el porcentaje de las deducciones obligatorias. Pienso que no está el “horno” para esos bollos. Por ello deduzco que serán muchísimos los currantes que se lo pensaran dos veces antes de decidirse a quedarse en casa, y quizás sea eso lo que reflejan las encuestas de los medios, que sin ser 100% científicas, expresan el estado de ánimo de una mayoría nada inestimable de la clase trabajadora, hoy privilegiada, que no están dispuestas a ver “arañados” sus ya escasos ingresos, por contentar a los sindicatos, que si bien consideran indispensable, también les ven, como una “casta” pegada al poder establecido.
Igualmente Gorka se sorprende que los sindicalistas españoles, hagan uso del “miedo” entre los jubilados, con un slogan pensado por un “sandunguero” andaluz, que no se le ha ocurrido otra cosa, que incitar a los abuelos a no cuidar a sus nietos, con la “honorable” finalidad que sus padres tengan que quedarse en casa a cuidar los críos, aunque renieguen a secundar la huelga; no porque le falten ganas, sino por el agujero que el descuento les pudiera hacer en sus nóminas, en una época en la que, en la mayoría de las familias, uno de los cónyuges está en el paro.
Otro de los que no comparten las formas y maneras de los sindicatos, a la hora de planificar el paro es Ángel, un extremeño que lleva once años trabajando en una filial de la BMW, en esa Alemania industrial, donde los sindicatos se han puesto de acuerdo para planificar los turnos, vista la reducción de la producción, sin que nadie se quede en paro, aunque sí, hayan perdido algo de poder adquisitivo, y a los más desfavorecidos les hagan rotar temporalmente desde el paro a la empresa. Quizás sea una forma muchos más inteligente que habría que poner sobre la mesa de la negociación, por lo menos, para pulsar las “intenciones” del empresariado español, tan atípico a la hora de “aflojar” un punto en sus numantinas posiciones.
Por último Anita, una empleada de la banca escandinava, me dice que hay una mayoría de ciudadanos suecos que andan con el temor en el cuerpo, ante el avance de la ultraderecha xenófoba en la vieja Europa, y me recomienda que a la vista de lo que está aconteciendo en Francia, que me la pone como ejemplo; los españoles podríamos ir poniendo nuestras barbas a remojar, visto el aspecto que presenta en el viejo continente, esa “mancha de aceite” sociológica que va empapando el suelo del continente, y que nuestra España tienen muchos más “boletos” políticos a favor del fenómeno, toda vez que, el Partido Popular, ya no esconde su tendencia xenófoba, ya escenificada en algunos rincones de la Cataluña progresista.
Viéndolo desde nuestras afortunadas islas, habría que ir pensando en buscar otras formas y maneras de resolver nuestra peculiar crisis, pues no me cabe en la cabeza, que si otros han encontrado alternativas, y dado con soluciones a corto plazo, no seamos capaces de conciliar las posturas, evitando dar una mala imagen, tanto desde la postura gubernamental, como la sindical. Ya que no es de recibo que de un lado se intente minorizar al máximo el impacto del paro; y del otro intentar aislarnos por tierra, mar y aire; y para tomarnos el pelo, como si con tontos trataran, exigir al gobierno la aplicación de unos servicios mínimos iguales a los pactados en 2002, cuando hasta los niños de primarias saben que aquella España, nada tiene que ver con la actual, ni el numero de sus habitantes es el mismo, obviando que han transcurrido, casi nueve años.
Antonio Ortega Santana
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