Espacio de opinión de Canarias Ahora
Los silencios de Rajoy
Desde luego, una cosa es que los mediadores internacionales no estén impuestos del todo en el problema y dos cosas que se ponga en duda su honorabilidad al gurteliano modo. Cree el ladrón, etcétera. En realidad, deberíamos agradecerles la buena intención de no ahorrarse la sofoquina de acercarse a este país de tertulianos despendolados donde la calumnia más grosera queda impune como rasgo distintivo de la raza apenas superado por la admiración con que distingue a los que trincan en las cajas públicas al premiarlos en las urnas; que haberlos, háylos.
Creo que la conferencia y el comunicado son anécdotas dentro del larguísimo proceso que ha llevado a que el fin de ETA esté a la vuelta de la esquina; o eso dicen, que ni estiro ni encojo ni la manta es mía. Sin embargo, se ha pasado por alto, salvo excepciones, algo que me parece interesante: al adherirse al comunicado, la izquierda abertzale ha hecho por vez primera lo que se le viene pidiendo con tanta insistencia, esto es, instar a ETA a abandonar definitivamente la violencia. Pero eso no conviene destacarlo, ya saben.
Con todo, lo que me interesa del comunicado es que Mariano Rajoy no quisiera comentarlo. Se limitó a decir que sigue a la espera del anuncio del final definitivo de ETA. Aunque no por eso su gente se ha mordido la lengua ya que conviene a sus intereses electorales desdibujar los éxitos de Rubalcaba en la lucha antiterrorista y mantener la tesis de la complicidad de psocialistas y etarras. Por si acaso.
Y es que Rajoy no quiere correr el riesgo de una polémica en que la salga a relucir que él, tan firme frente a las exigencias a ETA y crítico con la debilidad/complicidad de Zapatero, firmó entre 2001 y 2002, como ministro de Interior de Aznar, la excarcelación de doce etarras con condenas que sumaban 600 años (¡Malditas hemerotecas y la manía de guardar papeles!). Era la época, para más señas, en que Aznar llamó a la banda asesina “Movimiento de Liberación Vasco” al que prometió que sería generoso con sus terroristas. Resulta que precisamente él, que acaba de decir que a los terroristas no se les debe pagar por dejar de matar, les ofreció un precio. A nadie se le ocurrió criticarle por eso, como ha el PP (el carota Aznar por delante) con los intentos de Zapatero a pesar de que no llegaron tan lejos. No se olvide que sus otros dos ministros de Interior, Mayor Oreja y Acebes, pusieron en libertad a muchos más etarras que Rajoy. Interesa, pues, al candidato conservador no entrar en polémica y mucho menos personalizarla; no vaya a ser que ahora que se ve ganador, salga a relucir su pasado cuidadosamente oculto tras los espesos cortinajes de la desmemoria nacional, principal arma de la derechona; pero deja que sus colaboradores mantengan la llama encendida para difuminar los éxitos antiterroristas de Rubalcaba, que nunca se sabe.
La postura de Rajoy es lógica. Responde a sus intereses y no le reprocho su falta de ética política porque es concepto que consideran anticuado. Pero sí subrayo cuanto revela esa actitud el sentido del resto de sus silencios. No se arriesga a decir lo que piensa hacer, con lo que hace lo mejor para él aprovechando el acriticismo del grueso del electorado que no le exige que se explique. La cuestión no es que calle sino si lo que calla es lo mejor para nosotros. Si resulta que no lo es sus electores no podrán sentirse estafados porque, recordará, él a nada se comprometió. Lo que no es una suposición porque él mismo ha dicho hace poco que no promete nada. Quiere un cheque en blanco.
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