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La protección que necesita la Sima de Jinámar por Manuel Rodríguez Hernández

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Las primeras muertes por despeñamiento en la Sima datan de antes de la conquista. Se saben por las crónicas de Abreu y Galindo, quienes describen que los antiguos aborígenes utilizaron ese cráter para ajusticiar a cinco frailes franciscanos después que los primeros fueran atacados por portugueses que desembarcaron en la costa de Gando y consideraron que dicho ataque fue debido a la traición de los franciscanos. Los aborígenes castigaban el delito de traición con el despeñamiento.

Después de lo sucedido a los frailes, los siguientes episodios de muertes en la Sima de Jinámar datan de la Guerra Civil Española, del uso que hicieron los falangistas y las Brigadas del Amanecer para asesinar a opositores políticos.

Desde la etapa anterior hasta la muerte de Juana Julia González todos los casos de muertes han sido provocados, han sido ejecuciones.

A lo largo de la historia de la Sima de Jinámar, de miles de años de existencia, no se ha producido un accidente casual, imprevisto, que haya acabado con la vida de nadie dentro de la Sima.

Las características naturales, la morfología de la Sima y la vegetación de la zona impiden que puedan suceder accidentes fortuitos.

Desde hace muchos años el lugar es visitado por cazadores, grupos de escolares, grupos ecologistas, senderistas, turistas, científicos, espeleólogos, vulcanólogos, fuerzas de seguridad del estado, vecinos, etc. Y de forma regular cada 1 de noviembre desde hace más de 30 años acuden al lugar, a homenajear a las víctimas de la dictadura, concentraciones de hombres y mujeres de izquierda, que han oscilado entre cincuenta y más de trescientas personas. En ningún momento se han tomado medidas especiales para evitar que cualquiera de los que allí asistan pueda tener un accidente porque las condiciones del lugar por sí solas hacen muy difícil que esto ocurra.

Para quien no conozca el lugar, la Sima es un cráter que emitió lavas y cenizas y que fruto de su actividad eruptiva formó una montaña de emplastes, escorias y cenizas hacia el sur, y una abertura hacia el norte, por donde salió la lengua de lava. Cuando se apagó la actividad volcánica y se vació la columna magmática, quedó abierta una oquedad, que hoy en día tiene alrededor de unos 90 metros de profundidad por unos 12 metros de diámetro en su boca. Por lo tanto la Sima tiene al sur una montaña que la cara que da a la Sima describe una ladera con una pendiente muy pronunciada de alrededor de unos 60 grados y la ladera que da al sur está cortada por las extracciones ilegales de picón describiendo una pared vertical de más de 30 metros, que hace imposible su acceso desde el sur. Se puede acceder a la Sima por dos veredas muy sinuosas, que acceden desde el Naciente y desde el Poniente, ambas con dificultades de acceso. Entre estos dos complejos accesos y la Sima hay una franja de vegetación (tuneras indias, tabaibas, verodes, cardonales, etc.) que impide que alguien caiga al interior del cráter por resbalar, tropezar, porque se desvaneciera, etc. El tercer acceso a la Sima es por un camino que viene desde el Naciente y acaba accediendo por el norte, por donde salió la lengua de lava, un lugar que llanea en una pequeña explanada y se va cerrando en la medida que uno se acerca a la misma boca de la Sima y justo a menos de dos metros de la boca de la misma se encuentra un pequeño monolito con una cruz de hierro encima y que llama mucho la atención; este camino es el más habitual para los que la visitan. Las conclusiones pueden ser muy evidentes, un accidente casual que acabe con la vida de cualquier ser humano en el fondo de la Sima son remotas. Un accidente de este tipo puede suceder si quien cayera en el Cráter asumiera riesgos como ascender las dificultosas paredes la ladera sur o de forma premeditada visitara el lugar con intenciones no confesas, y entonces el hecho puede tener otro nombre que el de accidente.

Por lo tanto, la protección que necesita la Sima no es la de un vallado sino la protección contra los agresores medioambientales, restaurando la topografía original del lugar, acabando con lo socavones horadados al terreno para el negocio ilegal de la extracción de áridos, eliminando de estos lugares las escombreras y basureros de los desalmados, repoblando con flora del lugar los espacios agredidos y una vigilancia medioambiental.

Lamento la muerte de Juana Julia González y considero que quienes la querían deben pedir una investigación de las causas verdaderas de esta muerte. Deben preguntarse, porqué se produjo esta muerte; y pedir responsabilidades institucionales, sociales y familiares, si las hubiere.

Opino, asumiendo el riesgo de que en momentos de dolor, a alguien no le pueda gustar mi opinión, que las personas que pueden sufrir accidentes como los que acaecieron a Irene, la protección que necesitan no se resuelve con una valla.

Como mencioné antes, ya ha habido intentos de tapar la Sima, vertiendo escombros y basuras, dinamitando las paredes de la misma y hasta han surgido ideas de ponerle techo. La idea de vallarla no es nueva. Ha surgido de gentes para quienes la Sima significa bien poco, o no conocen el lugar, o en estos momentos de dolor para los familiares de Irene que puedan considerar que si hubiera habido un valla esto no hubiera pasado. Pero el vallado no va a devolverle la vida, ni va a eliminar el riesgo para los que allí acudan con intenciones premeditadas y no precisamente de admirar, disfrutar, conocer, investigar, etc.

La Sima tiene protección oficial. El Cabildo Insular de Gran Canaria, por Decreto de 21 de octubre de 1992, incoó expediente para la declaración como sitio histórico, Bien de Interés Cultural, a favor de la Sima. El 30 de Abril de 1.996 se declara con esta denominación. Publicado en el B.O.CA. 941 decreto 75/1996, de 30 de Abril. El vallado de la misma, además de no servir para nada bueno, atenta contra la protección establecida.

El que suscribe, que de forma ininterrumpida lleva 33 años visitando la Sima, que ha tomado iniciativas para la protección de la misma y para defender los valores históricos, culturales, educativos, paisajísticos, vulcanológicos, zoológicos, botánicos, etc., que tiene el lugar; tomará las medidas posibles para evitar una agresión más a un lugar tan significativo.

Y hago un llamamiento para que el movimiento ecologista, la asociación de espeleólogos, los colectivos vecinales y sociales, así como las organizaciones políticas que han defendido el interés histórico y cultural de la Sima se pronuncien contra cualquier intervención antinatural en este paraje. Así mismo hago un llamado a la racionalidad de los responsables políticos locales y no se cometa ninguna agresión más contra este magnífico lugar.

Manuel Rodríguez Hernández

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