Espacio de opinión de Canarias Ahora
Sufrir en octubre
Hace falta calor. Dos tazas y media. No es tiempo de tristeza: se mueren conocidos, y amigos. Pero el clima no acompaña. Canarias asolada por temperaturas imposibles. Y por los desgraciados de la desgracia llegando a la isla de El Hierro. Hasta en Bares se pueden freír los huevos al sol, sobre todo los de la granja moañense, enormes, rubios, penetrantes de yema y clara, cargados de futuro imperfecto que no será. En Barcelona me obligaste a memorizar las nuevas líneas de autobús, ya no tan nuevas, que recorren la ciudad en sentido transversal, ¿o longitudinal? Bueno, al contrario que antes, cuando el 22 te llevaba a todas partes y el 7 era un cartucho de dinamita rojo y articulado repleto de sorpresas, de zona universitaria a Gran Vía-Monumental. Mejor aquel 66 hasta la plaza Borrás, a la escuela Eina, al recién estrenado Col.legi de filosofía de Trias, Rubert, Llovet y Vicens, aquel chico tan joven que se reía con mis chistes. “Le preguntaremos a Herralde si le queda algún libro sobre Hegel.” Autor ignoto pero a Jordi le bastaría con el dato del filósofo alemán. Qué tiempos en los que un editor se ganaba la vida, y bien, con libros de filosofía y pensamiento de izquierdas. Un poco antes, cuando esa transición transicionada que muchas quieren llevar a los altares de las iglesias, Rosa Regás se inventó una colección, de imitación y raigambre francesas, por supuesto, al modo de “¿Que es qué?” Y supimos del socialismo, del sindicalismo, de los albigenses y de los cromañones. No he encontrado ningún ejemplar. Sí de otra, unos cuantos: colección RTVE-Salvat. Me dolía mucho la garganta, en la cama con fiebre, y mi padre me regaló los dos primeros: “La tía Tula” de Miguel de Unamuno, y “Cien obras maestras de la pintura” recopiladas por un tal Marçal Olivar. Cada entrega a veinticinco pesetas y se calcula que se vendieron treinta millones de ejemplares. Recuerdo “Trafalgar”, “1984” “El bandido adolescente” y una antología de Machado. El ser humano estaba “en train de arriver” a la Luna, mayo del 68 ya era un mito en el que todos habían estado –habíamos, incluso los que teníamos solo nueve años- y al general superlativo todavía le quedaban años para condenar a muerte y para morir en la cama.
Rosa Regás era y es la pelirroja de Cadaqués, (Oriol Bohigas dixit), aunque ahora, desde tiempos inmemoriales para ese ahora, vive en Mont-ras, que recorrí también años ha con mi amigo el pintor Marcos Palazzi. Es un pueblo escondido de sí mismo donde la burguesía barcelonesa más alpargatera, anónima, selecta y culta, decidió hacerse una casa o restaurar alguna de las viejas, casi medievales, que por allí crecieron. Samaranch tenía una, supongo que su familia la conserva. El agua de la piscina estaba fría pero daba igual, era otoño, octubre y Ampurdán. Después siempre podías cenar algo en Madame Zozo, con una decoración entre bar de alterne de carretera y barra americana de la parte alta de la calle Aribau de Barcelona.
Según Anita de Pentecostés, se come mejor en Cadaqués, en especial en un lugar con paredes cargadas de fotos de personajes que en su día fueron algo. Pero Anita se equivoca con la facilidad que le da su carrera, ciencias sociales y de la imagen (buena) en la Universidad Autónoma del Burgo de Osma, en la cátedra Dionisio Ridruejo, como cualquier curso de verano en la Magdalena o en El Escorial, pura birria.
Vámonos al Flash flash, siempre atienden bien, esa callejuela de la Granada entre Tuset y Balmes, a modo e pasaje a las américas, y si no te gusta, Il Giardinetto: viviría entre los dos con una breve cabezada en el hotel Presidente y un café con leche en el Bagatela si existiera.
Octubre de asco en el calor de la meseta. Octubre de cánticos imberbes (España se rompe). Como dijo Fernando Trueba en un ocasión, cuando le entregaron un premio nacional y casi de las jons y de los grandes expresos europeos: “no me he sentido español ni cinco minutos en toda mi vida.” Había un ministro presente estupefacto. Claro que no, cómo sentir en derecho administrativo lo que solo puede comprenderse desde el derecho natural, siempre que se estudie el libro de Puy, señero catedrático de la universidad de Santiago.
Qué país este que no sabe perdonar, ni en otoño, solo sabe sufrir y hacer sufrir. No nos merece: mejor ser apátridas. Porque ya sabemos lo que se hizo y quienes lo perpetraron. ¿De verdad que todo eso es tan importante? De verdad que no.
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