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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González
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El tercermundismo del primer mundo

José A. Alemán / José A. Alemán

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Es verdad que el margen de acción del Gobierno canario es muy estrecho ante una crisis de las características de la actual. Por eso, nadie exige milagros al Gobierno paulinés, de modo que tampoco se le ha pedido la multiplicación de los panes y los yogures. Preocupa menos esa impotencia que su incapacidad de previsión y entendimiento de la situación. Su actitud, habrán visto, es aguantar y esperar a que pase la crisis, como han pasado otras, y vuelvan a crearse las condiciones para reiniciar la carrera de bloques, viguetas y bovedillas y crezca la demanda de cemento. La batalla de Domingo Berriel, consejero de Medio Ambiente por sarcasmo de los dioses atlánticos, con su ley de Medidas Urgentes indica que no se entera y sólo está a la espera de poder abalanzarse de nuevo sobre el territorio que queda.

La fábula de la hormiga y el otro insecto alegre y derrochón puede servir al caso. La hormiga guardaba en los meses de abundancia para cuando llegaran los de escasez. Este Gobierno y los que le precedieron despreciaron a la hormiga y profesaron de cigarras. Todos sabíamos que la construcción tenía un límite y techo la afluencia turística y ante esa evidencia resultaba asunto de prudente buen gobierno aprovechar la bonanza para ensanchar y consolidar las bases de la economía canaria a partir de las oportunidades que ofrecían las nuevas tecnologías y las demandas de la sociedad del bienestar. Pudieron modernizar las islas, hacerlas más competitivas mediante la mejor cualificación de los jóvenes canarios, en suma, generar y desarrollar actividades auxiliares que ampliaran la oferta de empleo cualificado con sus efectos multiplicadores en la diversificación y el fortalecimiento del tejido empresarial y laboral.

El mundo de la informática, de las telecomunicaciones, de los transportes, de las energías renovables, del medio ambiente, de la cultura y sus aplicaciones, de la especialización turística, de la olvidada agricultura de primor, factible en nuestras cortas producciones, del tratamiento integral de las aguas, de la atención a la tercera edad, que reclama cantidad de profesionales especializados, y un largo etcétera eran posibilidades reales a las que se dio de lado. Interesaba no el diseño a medio y largo plazo sino el pelotazo especulativo, ya; toda una “ideología” tan enraizada en la mente de los políticos cortoplacistas, arietes institucionales de la especulación, que frustró, o al menos retrasó, el desarrollo de la energía eólica y produjo entre otras paradojas la de que regiones españolas y europeas nos tomaran la delantera en “huertos solares”; mientras, se destruye metódicamente suelo vegetal y agrícola y se insiste con el gas y otras sospechas de las que algunas han llegado a los duros oídos de la Justicia.

El ideal de la ganancia rápida ha tenido otras consecuencias al no atenderse a actividades con vocación de permanencia que generan empleo estable y cualificado. No sorprende que Canarias produzca, por ejemplo, expertos en informática o en telecomunicaciones para exportarlos porque aquí no encuentran empleo. Invertimos nuestros fondos en una formación universitaria que beneficia a otros; se ha malgastado buena parte de los dineros europeos, que ya comienzan a dejar de fluir, al tiempo que se montaba una maquinaria administrativa descomunal y cara con la misma alegría de la cigarra, con la cortedad de miras del clientelismo y notable ineficiencia. Por no hablar de otros aspectos (enseñanza, sanidad) que influyen directamente en el desánimo social, de derroches como la Policía autonómica, convertida en asunto vital como tratan de demostrar la radiotelevisión paulinesa. Libera nos, Domine.

En definitiva, se desaprovecharon las oportunidades no para evitar la crisis, que está fuera de nuestro alcance, sino para aguantarla mejor. La política de la cigarra, aplicada durante tantos años, hace que el Gobierno no sepa dónde está ni hacia dónde va; que se atorre hasta que pase todo sin otra perspectiva que la de volver a la situación anterior cuando se sabe que no es posible.

Eso es lo preocupante: que el Gobierno no las vea venir, no sepa qué hacer y no programe de cara al futuro porque eso exige capacidad de liderazgo con visión a medio y largo plazo de la que carece, con lo que queda atrapado en asuntos menores contaminantes; pongo por caso las maniobras de sujetos como Soria para resolver sus problemas políticos y judiciales.

No es raro, pues, que a alguien, al ver en la tele camiones militares distribuyendo arroz y garbanzos a los hambrientos de las zonas castigadas por las catástrofes, se le ocurriera hacer lo mismo. Claro que aquí se distribuirían yogures en vehículos frigoríficos civiles, que no en vano pertenecemos al primer mundo y dos huevos duros; tercermundistas, of course.

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