Espacio de opinión de Canarias Ahora
Los toros y las vacas flacas
Como Felipito Tacatún, él sigue en sus trece erre que erre. Como un Zelaya bajito y sin bigote, como un Chávez chiquito y con flequillo, como un Uribe con uve y con lino, nuestro presidente quiere perpetuarse en el poder porque se considera capaz de seguir liderando y lidiando a este pueblo isleño.
En vez de preocuparse de lo que se le viene encima, en vez de ocuparse de lo que tiene delante, nuestro presidente pierde el tiempo en colocarse fijo en las quinielas de 2011.
Paulino Rivero es un populista de salón al que le encanta juntarse con el mago pueblerino en las fiestas lustrales de La Palma o en las recientes de El Hierro, donde se llenó de polvo con tal de sacarse la foto junto a los lugareños y la Virgen de los Reyes. De aquí a las elecciones de dentro de dos años Rivero tendrá que ordeñar muchas cabras con el dedo meñique.
El presidente se siente como un toro de Jesulín. Antes de comenzar cada jornada corre por las calles de la ciudad para mantenerse en forma. Sin embargo, un día los dioses le recordaron que era como los demás mortales cuando sufrió una grave hemorragia nasal que le hizo guardar cama en el hospital.
Los toros también son mortales, como los emperadores y como los que corren salvaje y alegremente en los sanfermines delante de ellos. Navarra celebró la muerte de un corredor en un encierro con más toros, más vino y más fanfarria. A la familia de este joven madrileño al que el toro ensartó hasta los pulmones en la cogida el seguro suscrito por el Ayuntamiento de Pamplona le va a dar 30.000 euros.
En época de crisis no es bueno publicitar estas noticias porque pueden animar a los pobres y parados a cometer locuras para al menos salvar a su familia durante unos meses. Vivimos en un país esperpéntico de toros, sangre y pandereta. Estamos tan imbuidos de esta subcultura que hasta la Copa Davis de tenis se ha jugado en la plaza de toros de Marbella con un público rojigualdo poblado de pijos de Puerto Banús.
En tiempos de vacas flacas los toros resultan más obscenos que nunca.
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