Espacio de opinión de Canarias Ahora
¿Tragarnos las cosas?...Dígame la razón
Hace unos días estaba pensando cuál hubiera sido mi reacción de haberme topado con el grupo de anaranjados voluntarios canarios, bombo en ristre, que, hace unos años, tomaron las calles de Reikiavik, cual remedo de los carmesíes voluntarios de Giuseppe Garibaldi, por aquellos de buscarle algo positivo a los primeros.
En primer lugar pensé que, de haber sido Helsinki la ciudad elegida en vez de Reikiavik, mi reacción hubiera sido darles una buena patada en el culo y mandarlos de vuelta por donde habían venido. ¿La razón?... Muy simple. Puede que para el común de los mortales hispanos, el silencio y el respeto por los demás sea secundario, pero, en estas latitudes, no está nada bien visto que un grupo de energúmenos recorran las calles montando follón sin venir a cuenta. Se me antojan formas de promoción muchísimo más atractivas, prácticas y recomendables que ver a un grupo de jóvenes, muchos de ellos con cara de resaca, aporreando un bombo por el medio de una gran ciudad.
Después pensé que a lo que más que llegaría sería a pedirles que se cortaran un poco y que no armaran tanto ruido, dado que ellos no tenían la culpa de que a un grupo de anormales descerebrados se les ocurriera promocionar las islas de una manera tan demencial.
No obstante, lo peor del tema no fue comprobar que tal iniciativa se saldó con un estrepitoso fracaso, muy a pesar de quienes pretendieron validarla con cifras y datos vacuos. Lo peor del tema fue comprobar que, una vez más, y como consecuencia de la arbitrariedad, el mal juicio y el interés por favorecer los intereses de unos pocos por parte de los mandarines de turno se dilapidó un dinero que bien se podría haber aprovechado en algo mucho más productivo para la sociedad.
Y es que, por mucho que se empeñen en decir lo contrario y proclamar, a voz en grito, que todos somos iguales ante la ley, la realidad dicta una semblanza bien distinta. Esa realidad nos dice que en los últimos quince años, por ser generosos, se han derrochado millones y millones de euros en fastos, en megalómanos proyectos, en humo y espejo para satisfacer la megalomanía de unos cuantos escogidos.
Una realidad que dice que quien jugó y malgastó los dineros públicos con un descaro digno de ser castigado por la ley, se marcha de rositas y los demás que apenquen. No importa que se tratara de campañas de publicidad absurdas, muelles de un solo uso, aeropuertos sin aviones, banderas megalíticas, edificaciones construidas a la salud de nadie en medio de ninguna parte y que nadie quería. Todo valía con tal de favorecer a quienes ayudaban a colocar a los mandarines en sus puestos de trabajo y el bien común se olvidaba religiosamente.
Ahora, con el monumental lío que hay organizado en nuestro país y que sólo servirá para hace buena la frase “volverán a apuntalar un mundo viejo y caduco en vez de apostar por uno nuevo” todos los implicados prometen querellarse contra cualquiera que ose pensar mal ?y están en su derecho, que conste. Otra cosa bien distinta es qué pueden hacer los ciudadanos cuando éstos mismos dirigentes, por ejemplo, tiran por el retrete cien mil euros en pintar una calle de verde o destrozan un teatro centenario dejando parte de su aforo con butacas de “visibilidad reducida” y tan contentos.
Hasta donde yo sé, los ciudadanos no pueden denunciar a quienes han cometido todas estas barbaridades, por mucho que a uno le pueda hervir la sangre viendo el rosario de despropósitos que jalonan la geografía española para vergüenza de quienes prometieron defender los intereses de los ciudadanos.
Lo único que nos queda es aguantarnos y tragarnos, una tras otra sus majaderías, sus desvaríos y sus esperpénticos proyectos, mientras ellos continúan agarrados al sillón, contando las más variopintas excusas y/ o elaboradas mentiras.
Es lo que hay y dudo que las cosas cambien ni hoy, ni mañana, ni pasado, aunque no por ello me parezca bien.
Sobre este blog
Espacio de opinión de Canarias Ahora
0