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El voto episcopal

José H. Chela / José H. Chela

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La pregunta era innecesaria y no merecía tampoco mayores puntualizaciones. Se supone que los curas y los obispos y la Iglesia están en contra del pecado. Otra cosa es que los cometan ?suele tropezar el clero en el sexto mandamiento mayormente- y otra también que el resto de los mortales consideremos faltas contra la moral asuntos tales como el divorcio, la eutanasia, la homosexualidad, etcétera. Pero, en el sentido en que hablaba el cura de mi pueblo, el presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Ricardo Blázquez tiene toda la razón del mundo. Los obispos se han limitado a recordar en su comunicado para consumo de los votantes católicos lo que es pecado. Y a subrayar que no son partidarios.

Dicho lo cual y aceptando como válidas las declaraciones del titular de la diócesis de Bilbao, lo que uno se plantea es, simplemente, cuál ha sido la imperiosa necesidad de recordar precisamente ahora a los fieles algunos de los mandamientos y doctrinas de la Iglesia. Cierto que el Evangelio, como dice Blázquez, no se inclina por ningún proyecto político (aunque si se lee con detenimiento, resulta que la doctrina de Cristo resulta claramente izquierdosa) y que el documento de la polémica no dice nada nuevo que los monseñores hispanos no hayan dicho ya cienes de veces, pero parece claro que, dada la coyuntura y la señalética, piden el voto para el partido al que va a ir con seguridad y en bloque el voto episcopal. Un partido en el que muchos de sus militantes y hasta dirigentes se han aprovechado de las leyes “anticatólicas” del Gobierno al que pretende derrotar: el divorcio es un derecho al que se acogen habitualmente muchos miembros del PP y también hay ediles y ediles que han contraído matrimonio besándose tras la ceremonia civil en los bigotes. La hipocresía no es, al parecer, pecado que moleste excesivamente a los prelados.

Al episcopado le asusta que el PSOE siga gobernando. Sabe que de ser así que las relaciones Iglesia-Estado continuarán deteriorándose en su perjuicio, sobre todo en lo que concierne a la enseñanza, donde nace y se desarrolla su poder social. Pero, tampoco me parece elegante (la elegancia es una virtud que se va echando de menos en la política), que ahora Pepiño Blanco amenace con lo obvio: revisar esas relaciones en caso de victoria electoral de su partido. La financiación de la Iglesia católica y otros privilegios tendrían que haberse revisado ya y ha sido una de las asignaturas que quedaron pendientes en esta legislatura. No ha habido cataplines suficientes y, ahora los apercibimientos suenan fatal.

José H. Chela

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