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Es lo que tiene esto de las 'low cost'

Carlos Castañosa

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La última ha sido la británica Monarch. Ha quebrado sin previo aviso y ha dejado tirados a 110.000 pasajeros en diversos aeropuertos, doce de ellos españoles, y ha dejado más de 300.000 reservas sin efecto. Las autoridades del Reino Unido han organizado un plan de rescate mediante la subcontratación de 34 aviones de varias compañías para 700 vuelos alternativos que palíen en parte el destrozo por la suspensión de la aerolínea que llevaba operando desde 1986.

Con anterioridad, Air Berlín presentó recientemente suspensión de pagos; al igual que Alitalia. Las precedieron Air Madrid (2006), con la consiguiente debacle para miles de damnificados a quienes no se devolvió el importe de 7,5 millones de euros por los billetes que no fueron usados. Y la no menos dañina Air Comet, bajo la férula de Viajes Marsans del ínclito y hoy encarcelado Díaz Ferrán, entonces presidente de la CEOE.

La quiebra anunciada de Spanair, tras el trágico accidente de Barajas, se culminó por una precariedad laboral insostenible.

Según los expertos en análisis económicos, el principal motivo de estos fracasos empresariales radica en la salvaje guerra de precios entre aerolíneas de bajo coste, donde la pretendida rentabilidad se basa en la implacable reducción de costes. El exceso de competencia redunda en publicidad llamativa con precios de billetes irrisorios, en detrimento, claro está, de la calidad de un servicio que, si bien ha propiciado la posibilidad generalizada de que “todo el mundo pueda viajar en avión”, los recortes operativos y laborales terminan por ahogar la estructura del sistema y el consiguiente quebranto empresarial, para perjuicio de empleados y usuarios.

La filosofía gestora del negocio aéreo ha evolucionado drástica y velozmente desde la aparición del low cost. El código ético de las profesiones relacionadas con el transporte aéreo imponía cuatro principios ordenados de mayor a menor importancia, pero todos imprescindibles: Seguridad, Puntualidad, Eficiencia y Economía. Doctrina que era compartida también por los directivos de la compañía aérea. Sigue estando aplicada, o se intenta, por los colectivos laborales que la configuran; pero para el bloque administrativo la prioridad número uno ahora es la Economía.

El paradigma de este lamentable modelo gestor se acaba de consolidar con el escándalo Ryanair, que el máximo responsable, Michael O´Leary, ha intentado disimular con el absurdo pretexto de la mala programación de las vacaciones de los pilotos. Cancelar 2000 vuelos hasta el 28 de octubre –300.000 viajeros afectados– con tan extravagante explicación, requería una ampliación rectificada del problema. Ha tenido que anunciar una prolongación de vuelos suspendidos hasta bien entrado el 2018, que afectará a 400.000 usuarios. El verdadero motivo está en el éxodo masivo de pilotos a otras aerolíneas de la competencia.

¿A qué se debe semejante fuga colectiva? Obviamente, en un mercado tan específico, la ley de oferta y demanda determina una lucha feroz en la contratación de pilotos. Ryanair se encuentra ahora bajo investigación por practicar un modelo atípico de empleo por posible fraude fiscal y/o de Seguridad Social, en el Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Hace uso sistemático de bolsas de empleo en brokers especializados para contrataciones de pilotos, como falsos autónomos, que prestan servicios a través de agencias temporales, sujetos a contratos residuales de “cero horas”: no vuelo/no salario, donde las vacaciones ni las bajas por enfermedad se pagan. Son mano de obra barata que, una vez obtenida la cualificación suficiente, dejan plantado al empresario abusivo en favor de otro espacio donde se equiparen los conceptos “trabajo digno”=“salario digno”.

Se puede contemplar un denominador común que afecta a todos estos casos de flagrante fracaso administrativo. Hay empresarios ajenos a este ámbito tan especial y específico, que acceden a él atraídos por la posibilidad de negocio rápido y brillante; y por su falta de preparación, o conocimiento insuficiente, indefectiblemente se les cumple el cuento de la lechera; con los deplorables resultados aquí comentados.

La irresponsabilidad gestora se compensa con la profesionalidad y deontología del personal que vuela o hace que el avión vuele. La Seguridad sigue estando garantizada a pesar de la mala praxis gestora. P.ej.: es un barbaridad que las bajas por enfermedad supongan ausencia de salario –a ningún profesional se le ocurriría volar en condiciones precarias de salud, aunque se lo induzca quien le paga–. O peor, aquellas aerolíneas con amenaza de cierre, que siguen volando los agónicos últimos meses sin cobrar los empleados. Una situación anímica incompatible con la Seguridad.

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