Hay que reconocer que en muchas de las ocasiones en que Fernando González, consejero de Política Territorial del Gobierno de Canarias, se mete en un berenjenal lo hace por indicación de terceros. El hombre se deja llevar, como siempre, y con esa suerte de hacer política le suele pasar lo que le pasa. Ahora le ha tocado a la ampliación de la autopista GC-1 a su paso por El Lechugal, donde se ha montado un lío de tres pares de narices gracias a su director general de Ordenación del Territorio, Rafael Castellano, que también lo enredó con aquel asunto de los hipermercados del norte. Como entonces, y una vez el hombre se vió acorralado por la realidad, mucho nos tememos que tardará horas en salir a la opinión pública a hablar de empresarios reaccionarios y de mafias del sur, y recordará lo que contó en una televisión local de lo que le cabreaba de pequeño que los niños ricos se llevaran la pelota cuando no estaban conformes con el juego (o con lo bien que jugaba él, que tampoco nos enteramos muy bien de la anécdota). Lo dice el manual mauriciano, que para él es como el Catecismo: si te trincan en un renuncio, habla de la derechona rancia, de las mafias del sur y de la maldad empresarial. A ver lo que tarda en aplicarlo.