Pese a tantas contrariedades, no obstante, se echó el Carnaval a la calle, como todo el mundo ha podido observar y una vez acabaron los fastos televisivos -con la excepción hecha anteriormente-. Ese desparrame del personal permitió no sólo recuperar la calle para la fiesta, aunque sólo fuera por unas horas, sino también confirmar el desparpajo que sigue teniendo el personal en todos sus ecalafones, empezando por los políticos. No tenemos muchos ejemplos, la verdad, porque para eso son los disfraces (o lo eran antes, por hablar con propiedad), pero sí que podemos asegurarles que Luis Hernández se salía con su disfraz de pacifista y anticonsumista jipi de los sesenta, y que el candidato socialista a la alcaldía, Arcadio Díaz Tejera, no se avergüenza ni de sus pantorrillas ni de la pelambrea que adorna gran parte de su anatomía, iba de chicha ye-ye. Por no volverles a hablar de los concejales del PP, que se lo pasaban pipa ajenos la pelotera que había montada, como Rosa Rodríguez y su colega de Cementerios, Pedro Montesdeoca, que es más divertido de lo que aparenta, y Alejandra Fabre, que escoltaba a Luzardo.