Todas las conjeturas, todas las teorías más o menos afortunadas desarrolladas a lo largo de los últimos días alrededor de un pozo de Jinámar, han quedado sepultadas en el lodo, en el fondo mismo de la cavidad que con tanto trabajo inspeccionaron funcionarios del Cuerpo Nacional de Policía. La desesperación de una madre, la de Sara Morales, y la presión mediática dispararon expectativas sobre la inminente resolución del caso de la menor, desaparecida en 2006. Todo empezó cuando la madre de Sara Morales empezó a insistir públicamente en que se inspeccionaran diversos solares en los que podría estar enterrado el cuerpo de su hija. Y se le hizo caso. Los trabajos despertaron, naturalmente, el interés de los medios de comunicación, hasta el punto de que cuatro de ellos solicitaron a la Policía y a la Delegación del Gobierno autorización para seguir más de cerca los trabajos mediante el formato periodístico de 24 horas en las tareas policiales de búsqueda. La autorización fue finalmente otorgada y se eligió el pozo de Jinámar como escenario del reportaje.