Si Juan Fernando López Aguilar ganó el debate por el empeño de los demás portavoces en convertirlo en el examinado y no en el examinador, hay que reconocer que el que mejor pudo y supo aprovechar sus tiempos y su privilegiada situación política fue José Manuel Soria. No tuvo más que dedicarse un ratito a elogiar el discurso del candidato Rivero y luego emplearse a fondo a desvencijar al líder de la oposición, que como ocurriera en los debates televisivos de la campaña, recibió tortas por todas partes. Soria ha madurado muchísimo, maneja a la perfección la tribuna, los tonos de voz y hasta las mentiras, que en este Parlamento son un elemento que hay que tener siempre en cuenta. Por momentos estuvo hasta ocurrente y simpático, lo que hay que resaltar con justicia. Además de estos aciertos, sólo cabe atribuírsele un error.