Mari Carmen Hernández Bento es de la escuela de José Manuel Soria. Hábil en las distancias cortas, experta en la comunicación no verbal, de fácil y abultada sonrisa, le obsesiona enormemente su imagen pública, que cuida con esmero hasta límites notables. No lleva nada bien la crítica, como casi todos los políticos, pero a ella le desespera. No disculpa que los suyos no dispongan siempre de respuesta a cada crítica, o que le sugieran callar cuando pintan bastos. Por ejemplo, le desesperó que publicáramos en esta misma sección cuáles fueron sus gastos en viajes y cuchipandas durante su primer mes como delegada del Gobierno en Canarias, o que lleve consigo a toda una corte de profesionales y/o aduladores cada vez que mueve sus reales de una isla a otra o desde las islas al continente europeo. No pudo desmentir nada de lo publicado porque sabía que lo que todo era rigurosamente cierto, y su frustración la pagaron algunos de sus allegados. Desde luego le desencajó que conociéramos con detalle su almuerzo del 31 de enero pasado en el restaurante Ribera del Río Miño, donde ocupó mesa en un reservado junto al nuevo jefe superior de Policía, Valentín Solano; el director general de la Policía, Ignacio Cosidó, y colaboradores de todos ellos hasta un total de siete comensales. La celebración de la toma de posesión del jefe policial costó a la Delegación del Gobierno 382,49 euros. La cacería iniciada para encontrar al alma cándida que pudiera haberse ido de la lengua quedó frustrada por falta de autor material. En otra calentura de las suyas ha caído el jefe de prensa. A ver quién es el siguiente.