Primera escena: la estancia es el salón de plenos del Ayuntamiento de Mogán, Gran Canaria, vergel de belleza sin par, donde se celebra pleno de la Corporación. Preside un bocazas al que, en el primer plano medio de la secuencia se le escapa la primera gracieta (de Gracita Morales, entiéndase): “Se le va a acabar el chollo a este Oller” (atentos, guionistas, aclarar quién es este Oller, el de Aguas de Arguineguín). La bancada de la oposición, al conocer la bravuconada, se arranca por bulerías. Uno exclama: “¡Ah! ¿Pero es que ya tiene adjudicado el concurso del agua el señor alcalde?”. Risitas y a otra cosa, mariposa. Siguiente escena. El bocazas se levanta y se va a mear, sustituyéndole en la presidencia otro concejal del gobierno, Silverio Martín, conocido como el dimisionario precoz. Se aborda un tema de ayudas de emergencia de la FECAM para los más necesitados. El expediente lo ha tramitado el propio Silverio y en él se argumenta la situación de crisis. Isabel Santiago, de Nueva Canarias, levanta el dedo y sin querer se lo mete en un orificio, en este caso situado en la cara. Le recuerda que se ha reincorporado a su puesto después de mucho estrés y cansancio -ay, aquella dimisión de 48 horas-. Y que contradice al alcalde, que en primavera dijo en un pleno que en Mogán no hay crisis, afirmación con la que rechazó de un plumazo las medidas propuestas por toda la oposición. Silverio se calienta. Dice que él ha trabajado toda la vida y cotizado 40 años, no como Isabel Santiago, que sólo ha cotizado seis o siete años y la han despedido de dos empresas. La llama “parásito municipal que vive de los impuestos”. Isabel lo flipa. ¿Cómo sabe Silverio datos de su vida laboral? Pide que conste en acta para llevarlo a los tribunales por Protección de Datos. Silverio se cachondea: “Esta noche no duermo” . Vuelve el bocas de mear. Le pregunta a Silverio qué ha pasado, que lo ve sofocado. Y Silverio le cuenta lo chachi que ha estado llamando “parásito” a la concejal de NC. “Son como niños. Si no fuera por lo que hacen y de donde cobran, lo que les convierte en machangos”. Concluye el narrador. Títulos de crédito, Fin