El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Chavanel (sin ánimo de ser crípticos)
El personaje forma parte de esa tosca materia a la que se refería el Doctor Zhivago. Periodista venal, gusta de ribetes literarios cuando su cultura no va más allá de componer canciones cutres y del espíritu de un vigilante nocturno a que se refería Rosa Luxemburgo. Periodista inocuo si no tiene a nadie para ser inicuo, es el hombre de su empresa para los encargos propios y/o ajenos. También es o era apodado el perro por ser la especie que su amo echa u ofrece en algunas circunstancias para hacer o deshacer favores políticos. Quiere ser Faulkner, pero cada día es más ese vulgar y ordinario periodista que atiende al nombre de Chavanel y que cuando funciona por encargo no respeta a ningún atributo ni condicionante que pueda anidar en cada ser humano. Vinculado por su estómago con la empresa, imagine cada cual dónde podría trabajar ese mercenario del insulto y de la falta de respeto que no fuera bajo el influjo de quien lo hace ahora mismo. La alternativa es el estado de necesidad. Por eso tiene que seguir haciendo esas cosas feas, a sabiendas de que muchas veces es injusto. Pero a él le va incluso bien y le ponen una emisora como se le pone piso a una querida. Se vuelve loco a la voz del mando, como un dóberman o asimilado, sin reparar en gastos, y mucho menos en la verdad. A lo mejor incluso sufre cuando hace esas cosas. Entre el amigo y el enemigo, ignora Chavanel que no están los indiferentes, sino la inmensa mayoría de hombres y mujeres que trabajan cada día para hacer este mundo en que vivimos. Y son honestos y no quieren ver los nombres de sus amigos, de sus hijos o de compañeros vilipendiados por el antihéroe que hoy ocupa nuestra atención. Muy a pesar nuestro, que no disfrutamos con estos sórdidos expedientes.
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