Se calcula que entre 1975 y 1976 abandonaron Uruguay cerca de 200.000 personas que huían de la crisis y de la dictadura, no se sabe bien por qué orden. Cuentan que en aquella época, en la frontera con Argentina, alguien colocó un inmenso cartel en el que se podía leer “El último que salga que apague la luz”. Este martes nos acercamos a la sede de Coalición Canaria y, la verdad, no vimos ninguna leyenda de ese tipo, pero sí descubrimos que algún gamberro con pocas convicciones democráticas había arrojado pintura roja en la fachada del edificio. Aquello ciertamente parecía sangre y de inmediato nos recordó la profunda hemorragia que está sufriendo esta formación en Gran Canaria, donde no hay día que no se produzca una baja. Dicen que la hermosa sede de la calle Buenos Aires va teniendo cada vez más pinta de tanatorio que de partido político, y no porque la última marcha pueda considerarse la alegría de la huerta, sino porque que se te vaya Mario Hernández Sanginés es una pérdida significativa. Llegado al término del mandato 1999-2003 en el Cabildo, cuando Coalición Canaria se dio al magistral revolcón con el PP, Hernández Sanginés se salió del partido de la gaviota en compañía de unos cuantos más huyendo de la dictadura uruguaya de un tal Soria. Y ha aguantado hasta esta semana. Suma y sigue, que ahora toca Manolo Lobo.