El resultado de tan malévolos consejos de aquellos conspiradores de salón que tanto encandilaron a Tizón no pudo ser más demoledor. El fracaso aritmético, dialéctico y político de la censura fue tan escandaloso, y tan tétrica la soledad en que quedaron sumidos Mancha y Tizón, que los mismos políticos y periodistas que les animaron se la reprocharon después con agrias palabras y pidieron su marcha. Tras las europeas de ese mismo año, Mancha y Tizón dimitieron y el primero abandonó la política, mientras el segundo ha regresado a ella después de veinte años en el dique seco. Desde entonces, en el PP se equipara “moción de censura” a “encerrona”, lo cual explica por qué Mariano Rajoy no se fía de Paulino Rivero cuando se la sugiere, pues cree que es un nuevo ardid ?con mano escondida de Soria? para zancadillearlo, como hicieron con Mancha.