Hay declarada una auténtica guerra entre las empresas privadas de seguridad radicadas en Canarias, tanto las que son nacidas y ensoleradas aquí como las que han desembarcado legítimamente para tratar de hacerse un hueco en el mercado. La guerra, para ser más precisos, no es de todos contra todos, sino de todos contra una, que resulta ser la canaria. El otro día, con ocasión de la desarticulación de una banda que introducía una gran cantidad de cocaína para venderla en Canarias, la asociación Aproser-división Canarias, lanzó un oportuno comunicado indicando que uno de los detenidos es empleado de la empresa de seguridad que no forma parte de tal asociación. Llevamos dos días esperando otro comunicado, el que explique cómo es posible que a uno de sus asociados en Londres le hayan levantado 50 millones de libras en uno de los atracos más cuantiosos de la historia.