Lo más suave que hemos escuchado estos últimos días sobre Manolo Marcos Pérez, secretario general del PSOE de La Palma, es “cobarde”. El calificativo no viene de las filas nacionalistas, donde los calificativos son algo más gruesos, sino de las de su propio partido, donde han acopiado las suficientes pruebas para considerar que no ha hecho todo lo que tenía en sus manos para evitar la rebelión de las catorce agrupaciones locales del PSOE en La Palma. “Con su negligencia, con su complicidad con los sublevados, no sólo ha puesto en peligro la gobernabilidad de Canarias, que ya veremos cómo la reconducimos, sino la gobernabilidad de España”. Por eso ha sido la Ejecutiva Federal la que ha decretado la expulsión automática de los insurrectos y ha instado a la Ejecutiva Regional a que estudie cómo levantar por los aires a las direcciones socialistas en la isla. Manuel Marcos Pérez se ha amparado en sus problemas cardiacos para desentenderse, por eso no coge el teléfono, se esconde, no hace nada? Su número dos, Rita Gómez, y otros dirigentes locales como Anselmo Pestana, senador y candidato al Cabildo, así como José Adrián Déniz son considerados los cabecillas de una revuelta que debieron sofocar desde el primer minuto. No lo hicieron por absoluta negligencia, sostienen desde la superioridad socialista.