Ángel Cervantes, por si no lo recuerdan, fue el letrado responsable del consejo de administración de la Autoridad Portuaria de Las Palmas durante el aciago mandato de José Manuel Arnáiz. Era, o intentaba serlo de algún modo, el que daba lustre jurídico a las disparatadas decisiones de Arnáiz, de Pepa y de Manolo Soria. No pasará a la historia como el mejor abogado que se ha colegiado en Canarias, porque no fue capaz siquiera de ganar su propio pleito laboral cuando Mayoral lo despidió tras intentar alcanzar un acuerdo de rescición de su contrato. Pero Cervantes fue, además, quien acompañó a Arnáiz, a Pepa y a Soria a aquel patético viaje a Bruselas para defender La Gran Marina ante las autoridades comunitarias. Los argumentos jurídicos recogidos en el acta de aquella reunión son para tararí y no echar gota. Todavía se preguntan en la capital comunitaria qué tuvo que ver el genial padre literario del hidalgo de La Mancha con este personaje tan peculiar.