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Sobre este blog

El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

“Lo importante es Tenerife”. Y la melancolía

Rosa Dávila y José Alberto Díaz-Estébanez, en una rueda de prensa este mes de junio

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No sabe Coalición Canaria estar en la oposición. Es un estatus político muy complicado de gestionar para un partido al que se le han pasado casi tres décadas ininterrumpidas gobernando y, por lo tanto, dejando por hacer todo lo que estos dos primeros años de travesía en el desierto reclama que se haga. Treinta años en los que Canarias no logró jamás abandonar los peores registros de desempleo (especialmente juvenil y de mujeres), de pobreza, de desigualdades, de fracaso escolar, de hegemonía del caciquismo. La última comprobación de lo certera que es la teoría de la mala oposición resultado de malos gobiernos previos la encontramos en la declaración de fase 3 de alerta por coronavirus de la isla de Tenerife como consecuencia de un indiscutible y hasta ahora imparable repunte de contagios, al parecer debidos a una precipitada desescalada anterior, la negligencia de muchas personas, la falta de seriedad en la denuncia y las sanciones a los incumplidores y la desesperación de algunos hosteleros por recuperar la caja perdida.

Lejos de ponerse del lado de la salud y de las autoridades sanitarias, que en el caso que nos ocupa son casi todas las mismas que estaban con Coalición Canaria, este partido ha preferido echarse al monte y responsabilizar al Gobierno y, dentro del Gobierno, a los consejeros y consejeras procedentes de Gran Canaria, de haber introducido el feroz virus en la isla de Tenerife con fines perversos, principalmente con el fin -debe ser- de chafar a todo el archipiélago canario la posibilidad de convertirse en un territorio turístico sanitariamente seguro.

El primer ofendido fue el alcalde de Santa Cruz de Tenerife, José Manuel Bermúdez, que puso como escudos humanos a todos los vecinos y vecinas de la ciudad, a los que consideró que habían sido estigmatizados por el inapelable dato de ser la ciudad de España de más de 40.000 habitantes con mayor índice de contagios. A Bermúdez le llegó a cabrear incluso que se hiciera en 40.000 habitantes el corte para esa calificación, como si haberlo hecho a partir de los 100.000 le hubiera ahorrado la deshonra. ¿O preferiría que se hiciera a partir de 250.000 y así quedarse fuera?

A la autodefensa de Bermúdez, incapaz de gestionar las competencias de vigilancia y control que le confiere la ley a los Ayuntamientos, se sumó enseguida toda Coalición Canaria de Tenerife, es decir, la nunca desaparecida Agrupación Tinerfeña de Independientes (ATI), que jamás ha abandonado el discurso del despojo, del agravio y del complejo frente al canarión malvado.

No tardaron parte de las diputadas y diputados de CC en el Parlamento (por la circunscripción de Tenerife) en sumarse a la burda estrategia. Y en una rueda de prensa celebrada en la sede nacionalista de Santa Cruz volvieron a blandir el eslogan que les anima siempre: “Lo importante es Tenerife”. En esa rueda de prensa pidieron, cómo no, explicaciones de los motivos por los que el virus se ha disparado en la isla, como si las que sirven para los datos de las demás fueran diferentes a los que se emplean para esa. Insinuaron graves acusaciones hacia las autoridades sanitarias, como si en ellas hubiera algún interés oculto por “criminalizar” a la población tinerfeña, a la que pertenecen muchas de ellas. Dudaron del número de PCR que se hacen en esa isla (muchas más que en el resto dada la cantidad de personas en contacto con contagios), de los estudios científicos que aconsejaron la elevación al nivel 3, hasta de las medidas que desde que comenzó la pandemia se incluyen en esa categoría.

Algo similar hicieron sus señorías el pasado marzo. Para la ocasión eligieron también el discurso del complejo isloteñista: el Gobierno canario ha sumido a Tenerife en “la ruina económica”, en “la devastación social”. Es “la isla con más personas en paro”, la isla donde “las ayudas siguen sin llegar”, la isla donde mejor se evidencia “el fracaso del Gobierno de las flores”, “del fracaso de la gestión migratoria”. La isla “testigo de primera línea del abandono del Estado”, “la isla de Alcatraz”, para rematar con una premonición: “Tenerife es una bomba de relojería” (Rosa Dávila). Y la bomba la han detonado ellos mismos.

La diferencia entra las dos comparecencias, la de marzo y la de hace unos días, es que en la primera se constituyeron todos los diputados y diputadas, incluido el presidente del PNC, Juan Manuel García Ramos, mientras que a esta segunda, que requería un plus de insularismo y de hooliganismo solo se prestó, además de Rosa Dávila, el portavoz de CC en la comisión de Sanidad, José Alberto Díaz-Estébanez, experto en pirotecnia política. Se trataba de retorcer la tozuda realidad, y a eso no se presta todo el mundo, por fortuna.

Porque los contagios continúan disparados en la isla de Tenerife, particularmente en el área metropolitana de Santa Cruz y La Laguna. La Policía continúa levantando actas de infracción en locales de hostelería y en la vía pública, sin que el Ayuntamiento de Santa Cruz dé señales de ser rígido con los infractores. El alcalde Bermúdez se alinea con el sector de la hostelería sin la más mínima posición crítica ni el respeto por las consignas sanitarias, al más puro estilo de Ayuso o Bolsonaro, y CC y sus socios dentro del Gobierno tratan de torcerle el brazo a la Consejería de Sanidad para que permita a la hostelería abrir parcialmente sus locales interiores. Ya veremos con qué resultado.

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