Perdió una buena oportunidad en septiembre de 2005 José Manuel Soria, durante el pleno del Cabildo en el que le sacaron los colores por el viaje del salmón, para decir que él se pagaba sus propias vacaciones. En aquel entonces, situado seis escalones por encima del común, se limitó a decir que sí, que viajó con Lyng a Salzburgo a Trodheim y que esas cosas a él no le afectan en sus decisiones políticas. Así está recogido en el acta y en las grabaciones en audio del pleno, sin que en momento alguno el hoy vicepresidente del Gobierno afirmara que tenía facturas que disiparan cualquier sombra de duda sobre su ética viajera. Sí presentó en el momento procesal oportuno los famosos recibos con los que afirma haber pagado el alquiler del chalet de Esquivel. Lo hizo ante el juez que instruyó una querella suya por injurias y calumnias contra dos periodistas que vincularon aquel compadreo con la trama eólica. El juez se rió con la ocurrencia, pero dejó pasar los recibos, lo que significa que pronto habrá juicio. Y la Fiscalía pide la absolución de los querellados al no apreciar delito en las afirmaciones que vertieron sobre las andanzas sorianas con la familia Esquivel.