Además de la oposición a los proyectos urbanísticos, los manifestantes gritaron diversas consignas, como es menester en este tipo de actos multitudinarios. Pero curiosamente hubo una consigna que no suele estar presente nunca: la exigencia de libertad de expresión. La solicitaban después de haber sido testigos de cómo los medios de comunicación mayoritarios manipularon las informaciones relativas a Granadilla y se convirtieron en voceros del Gobierno, de los empresarios y partidos políticos favorables al proyecto de Granadilla y las demás inversiones públicas. No escaparon de la quema las televisiones públicas, que dedicaron escasos espacios a informar de los previos y de la manifestación en sí. Y un diez al que diseñó el spot contrario a la protesta: dicen los organizadores que ese anuncio movilizó a la gente como si lo hubiera hecho el enemigo.