Lo que sí es llamativo del reportaje es la fuente que entrega a la periodista los documentos, algunos de ellos considerados confidenciales por quienes los han venido manejando hasta ahora. Es la alcaldesa de la ciudad, como parece claro, porque ella misma se apresura a declarar al periódico que ella fue la que, en persona, desbarató ese conchabo por el que se pretendía entregar al Clan de la Avaricia el negocio en crudo sin pasar por el correspondiente concurso. Y el reproche viene dado por la duda que nos asalta: de haber continuado adelante La Gran Marina como Pepa, Pepe, Pepe y el otro Pepe pretendían, ¿habría denunciado alguna vez la alcaldesa ese contubernio con los empresarios? Porque no podemos imaginarnos, ni por asomo, que todo se deba ahora a una venganza de Pepa Luzardo y José Manuel Soria contra los representantes empresariales en el consejo del puerto por haberse rajado en plan Jalisco el pasado jueves. Será entonces, debemos deducir, un súbito ataque de decencia.