La política canaria también tiene parentesco, familiares que sienten y padecen lo que pasa en ese mundillo cada vez más complejo. Las broncas que se suceden en Fuerteventura también afectan a los familiares, que inflamados de pasión e investidos de defensores del honor, son capaces de casi todo. Hace pocos días, el más pequeño de los dos hijos del marqués, Vicente, fruto del primer matrimonio de González Arroyo, abordó en plena carretera de Puerto a Corralejo al presidente del Cabildo, Mario Cabrera (CC-AM) para recriminarle que dijera de su padre que es “el último cacique de Europa y el mayor corrupto de Canarias”. La bronca fue colosal, pero Cabrera lo dejó pasar porque apreció en el joven González un estado de excitación superior al motivo que le había llevado a conducirse así.