Continuamos profundizando en el apasionante mundo de los carcadorontosaurios, especialidad paleontológica que ha retomado la primera línea de actualidad al descubrirse un ejemplar de seis metros de largo en Cuenca que han bautizado con el paradigmático nombre de Pepito. Don Pepito, le llamamos nosotros para no perder ni el respeto ni la perspectivas. Al tiempo que el equipo de científicos que trabajó en Cuenca publicaba sus conclusiones sobre el concavenator corcovatus, hemos sabido que en la lejana y fría Siberia otros colegas han llegado a una importantísima conclusión: los dinosaurios no se extinguieron como consecuencia de la colisión de un meteorito sobre la tierra, sino por una lluvia de estos restos galácticos durante mucho tiempo, quizás mil años. Por cosas de las casualidades, que son muy puñeteras, daban la noticia en la tele al tiempo que leíamos la pastoral dominical de El Día que, bajo el título de “Zarandeados por jueces injustos”, nos hizo trasladarnos a aquellos tiempos mesozoicos en la que los mamíferos no estábamos ni llamados a aparecer. Luego no existía ni el lenguaje ni las leyes ni, por supuesto, los periódicos. Ahora que lo tenemos todo, todavía hay mucho jurásico suelto.