Jaime Cortezo ha presionado a las autoridades públicas lanzaroteñas hasta límites verdaderamente vergonzosos. En una ocasión llegó a pagarles un viaje, en compañía de periodistas y otras fuerzas vivas conejeras, a la Florida para que, sobre el terreno, sobre los terrenos de sobra que tiene Estados Unidos, vieran qué tipo de intervención especulativa pensaba para el Francés. Con la llegada del PSOE a las instituciones conejeras, a principios del mandato que ahora expira, hizo su ronda de negociaciones y recibió algunas salidas en forma de compensaciones urbanísticas en otros lugares a cambio de dejar intacto el islote. El empresario grancanario esperó su momento, que llegó cuando accedió a la alcaldía de Arrecife un alcalde del PP, Cándido Reguera, y un concejal de Urbanismo con los escrúpulos bajo mínimos, Pedro de Armas. Fue quizá en esta etapa cuando más cerca vio el pelotazo Jaime Cortezo porque el alcalde y el concejal estaban dispuestos, dispuestísimos, hasta que Soria llamó a Reguera a capítulo y le puso las cosas claritas: ¿pelotazos a Cortezo?, ni de coña. Fue entonces cuando el empresario volvió a resucitar su teoría de que el islote tiene un valor urbanístico de 300 millones de euros, una cantidad que pensaba exigir al Ayuntamiento por cualquier vía a su alcance. Pero con la adscripción de esa codiciada pieza de suelo al dominio público marítimo-terrestre, es más que probable que su valor de expropiación no sea ahora superior a los tres millones de euros.